San Salvio. Albi.
En su juventud fue brillante abogado, y lo dejó todo para ser monje. Fue abad de su monasterio, cargo que dejó para retirarse de ermitaño en un bosque. San Gregorio de Tours (17 de noviembre), cuenta que en una ocasión Salvio cayó enfermo gravemente y pareció expirar. Los monjes y su madre le lavaron y amortajaron, y preparaban el funeral cuando de pronto el santo obispo retomó el color, abrió los ojos y se incorporó diciendo: "¿Por qué, oh Dios, me hiciste volver a este lugar de tinieblas, que es la tierra donde vivimos? Sería mucho más feliz si pudiera haberme quedado allí. Y en vez de eso, tengo que empezar de nuevo con una vida inútil aquí abajo". Y no dijo nada más durante tres días. Al cabo, reunió a los monjes, y a su madre, y les contó:"Hace cuatro días, mi celda sacudió sus cimientos, y me mientras me visteis acostado aquí, fui llevado por dos ángeles a las cumbres más altas del cielo. Me condujeron a través de una puerta, que era más hermosa que el sol. Entré en un edificio cuyo suelo brillaba como oro y plata, imposible de describirlo a vosotros. Estaba lleno de gente, y la multitud se extendía tan lejos en todas direcciones que no podía ver el final. Entonces los ángeles hicieron una cruz entre la gente que tenía ante mí, abriendo camino, y así llegamos a un lugar que me había llamado la atención desde el principio, aunque todavía estaba lejos. Había una nube por encima era más ligera y más brillante que el sol; era espléndida, en una palabra. Aunque soy un pobre pecador, fui recibido con gran respeto por un gran número de seres, unos de los cuales estaba vestido con trajes sacerdotales y otros con ropas ordinarias. Mi guía explicó que éstos eran los mártires y todos los otros santos que veneramos aquí en la tierra y a quienes rezamos sobriamente nuestras oraciones. Cuando llegué al lugar que estaba destinado para mí, un aroma delicioso y fragante se derramó sobre mí, y entonces oí a una voz decir: 'Envía a este hombre de vuelta al mundo, porque sus iglesias todavía lo necesitan'. Oí la voz pero no pude ver quién hablaba. Me arrojé en el suelo y dije: 'Ten misericordia, Señor, ten piedad. ¿Por qué me mostraste todo esto, si me dejas volver? Me devuelves a una existencia insignificante en el mundo, mientras que no podría separarme de ti, aquí en lo alto. Te ruego, Señor, no me quites tu misericordia. Déjame quedarme aquí, porque si vuelvo a la existencia terrenal, ciertamente me perderé'. Pero la voz me dijo: 'Id en paz. Te cuidaré hasta que te regrese aquí a este lugar'. Luego mis angélicos guías me dejaron ir y, entre lágrimas, volví por la puerta que acababa de entrar".
Reliquia del Santo.
Albi.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo X. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 10 de septiembre además se celebra a
San Theodard de Maastricht, obispo y mártir.
Santas Menodora, Metrodora y Ninfodora, vírgenes y mártires.