Por Hogaradas
Desde que te fuiste no había vuelto a tocar a ningún otro perro más, hasta esta tarde. Fue un placer Boni, porque mientras mis manos tímidamente comenzaban a acariciar su pelo, mi mente, exenta de cualquier tipo de timidez, te recordaba…
Habéis compartido algunos momentos juntos, lo conoces. A Carlos le costó un poquito más, ya sabes cómo es, pero sé que en el momento en el que se dejó llevar y empezó a acariciarlo también estaba pensando en ti, echándote de menos, pensando por un momento que eras tú, lo que daría porque fueras tú de nuevo.
Todavía no ha podido ver tus fotos, ni leer las Hogaradas que te he escrito. Hay que darle tiempo, a él le tocó la parte más dura, la de acompańarte hasta el final, y a eso cuesta sobreponerse.
Cuando te puse en sus brazos ya no quería saber lo que sucedía, pero si vi cómo te cogía y te decía algo con todo el carińo que te profesó durante estos cuatro ańos. Después solamente escuché el ruido de la puerta al cerrarse, y tras ella un grito de dolor, el mío, porque sabía que ya no había vuelta atrás.
Quise ir tras él, tras de ti, y deciros que si la veterinaria veía algunas posibilidad que no dudara en traerte de vuelta a casa. No lo hice, pero albergué la esperanza de que fuera así. No hay más ciego que el que no quiere ver, Boni, y una vez más, no quería, prefería vivir en mi ceguera y esperar, esperar el milagro.
No tardé en llamar por teléfono para ver qué tal iba todo. Qué tontería, todo iba mal, cómo esperaba que algo fuera bien cuando tú ya te habías ido. Carlos me contestó al otro lado del teléfono, me dijo que estaba esperando, pero yo no sabía que estaba contigo, que tú todavía estabas ahí, con quien te quería, protegida, tranquila, feliz.
Luego supe todo. Pedí que me contara hasta el más mínimo detalle de lo que había sucedido. Llegaste tranquila, en sus brazos, y te fuiste igual de tranquila en los brazos de ella. No podía pedir más, aunque todavía pienso que debería haber estado contigo hasta el final. Tú estoy segura de que lo habrías hecho.
Quizás no hayas entendido mi ausencia. Yo, que te curé los puntos cuando te operaron, que hasta te puso inyecciones últimamente, y que nunca pensé que pudiera hacerlo, al final, en el último momento no tuve la valentía de acompańarte y estar contigo en el último momento.
No pude Boni, lo siento, debería haberlo hecho, lo sé, pero no pude, y es verdad que a veces me arrepiento, pero sé que tú me has perdonado, porque te fuiste además en las mejores manos, en las de quien tanto te quiso y tanto quisiste, y de alguna manera con las suyas te llevaron también las mías.
Esta tarde Miguel nos preguntó por ti, Boni, bueno, por la marquesa como así te llamaba. Le dijimos que ya no estabas y nos dijo que seguro que ahora estarías más tranquila. Sabemos que es así, por eso nosotros también estamos mucho más tranquilos. Pero te seguimos echando mucho de menos, Boni, muchísimo, muchísimo...