Esta campaña de BMW define a la perfección el espíritu alemán. Y el secreto de su éxito. No te preguntan si te gustan los coches elegantes. Para eso ya están los Jaguar. Ni los coches ostentosos como los Ferrari o los Maserati italianos. Tampoco te están vendiendo un utilitario bien aprovechado como los franceses ni te prometen que sea el más barato de su gama como los coreanos. No le pidas a un alemán que te ponga los retrovisores con la bandera británica del Mini Cooper, ni que te llene los salpicaderos de maderas de vetas nobles como los Aston Martin. No le pidas a un alemán accesorios inútiles ni un dos por tres.
Esto es Alemania. El país de la literalidad. Aquí te venden coches. Es más, aquí te venden El Coche. Aquí lo que te ofrecen no es un paseo por las nubes ni un viaje con glamour. No. Aquí se viene a conducir. Y aquí se conduce como en ninguna parte.
Lo mismo aplica a los alemanes en sí. Como compañeros y, porqué no, como amantes.
Si lo que usted quiere son sonetos a la luz de la luna, váyase a usted a Roma que se los cantarán a voz en grito por la calle. Si en cambio lo que busca son monamoures eternos de erres remolonas susurrados entre souflés de chocolate y terrinas de foie no lo dude, París es su ciudad. Si a usted lo que le va es el humor negro y las carnes blandas, en Inglaterra encontrará su paraíso. Si prefiere los motores ruidosos y el optimismo inagotable nada como Estados Unidos, la tierra de las mil oportunidades. Si lo que busca son cuerpos apolíneos y facciones suaves Escandinavia es su destino. O quédese en España para disfrutar de noches de jolgorio y bulerías.
Pero si lo que usted quiere es conducir. Sin florituras, sin adornos ni dobles sentidos. Entonces ponga usted un alemán en su vida. Los alemanes, como sus coches, son unos amantes versátiles. Usted paga por lo que se va a llevar. Ni más. Ni menos. Los alemanes están bien equipados para realizar sus funciones, suficientemente instruidos en las artes amatorias y comprometidos con sus estándares de calidad.
No espere que su alemán le conquiste en la primera cita. El alemán necesita su rodaje para comprender cuál es su cometido y qué se espera de él. El alemán avanza lento pero seguro. Implacable. Inasequible al desaliento. Y llega. Vaya si llega. Quizá no le lleve por el camino más corto. Ni por el más pintoresco. Pero usted a comprado un billete y su alemán le va a llevar a su destino. No le quepa duda.
Los habrá más ocurrentes, más apasionados y con más verbigracia. No les digo yo que no. Pero qué quieren que les diga yo aquí he venido a conducir. Por autopistas de cuatro carriles. Sin límite de velocidad.
Por eso cuando me cuentan en twitter de que 150.000 mujeres han votado a los alemanes como los peores amantes del mundo no puedo por más que pensar que vinieron a por un Audi A8 y se fueron con un Opel Corsa…
Archivado en: Tú, yo y nuestras circunstancias Tagged: Alemania, El Marido, Matrimonio, Pareja, Sexo, Vida de pareja