Revista Cultura y Ocio

Te llevaré a un lugar donde todo es posible

Publicado el 22 mayo 2013 por Duermevela
Un cuarteto. Estaba desamparado. Debería sufrir la presencia, qué digo presencia, la intrusión en el ejercicio de mi arte de tres alumnos más. (...) Nuestra falta de profesionalidad me parecía desnuda, evidente, vergonzosa. En cuanto a nuestras interpretaiones de esta música, divergían las cuatro, evidentemente, cada una a imagen de un sentir forzosamente muy personal. Entonces el profesor nos invitó a tocar juntos, simultáneamente. Me acuerdo muy bien de aquel momento particular, extraño. Marcaba el compás con el brazo para ayudarnos a que nos sincronizáramos. Mi primera sensación fue muy desagradable: no me oía tocar... Tenía la impresión de que mis notas desaparecían, ahogadas en las de los demás. Forcé mi interpretación para que sonaran más fuerte, para que dominaran al resto. Estuve luchando así un rato, mi música intentaba sobrevivir a la de los demás. Lluego se produjo un fenómeno increíble, extraordinario. Dejé de luchar, de querer existir a toda costa independientemente de los demás, y mi música encontró de forma natural su lugar, se armonizó con la de los otros. Se fusionabba sin por ello dejar de existir. Se inscribía en una obra colectiva que la superaba y en la que ocupaba su sitio, una obra que la sublimaba. El conjunto era de una belleza que superaba ampliamente la de cada una de nuestras partes. Me invadió una sensación extraña, totalmente nueva para mí. Tenía la impresión de que mis manos tocaban solas, de que yo ya no las controlaba. Todo se me escapaba. Me fundía en aquel grupo de músicos y, paradójicamente, lo que vivía no era una negación de mí mismo, sino una expansión de mí en una fusión gozosa en los demás. Borrándome existía todavía más, pero en otra dimensión, una más vasta, más grande. Trascendente. Esta experiencia fue para mí... casi mística.

Te llevaré a un lugar donde todo es posible de Laurent Gounelle

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