Revista Diario
El otro día estaba viendo una de estas series catalanas diarias, tipo “culebrón”. En ella, como en casi todas las series, se tratan diversos temas: drogas, traiciones familiares, engaños, mentiras, problemas en el trabajo, diferencias de clase y sociales, divorcios, poder, enfermedades terminales… y la crisis. En el tema de la crisis actual, un ejemplo lo han puesto los creadores en una pareja de mediana edad (él abogado, ella ama de casa) que hasta ahora vivían muy holgadamente y ahora el bufete de él está pasando por graves problemas económicos. El hombre intenta escondérselo a su mujer, pero llega un momento que se lo tiene que decir, y tienen que empezar a apretarse el cinturón, cosa que le cuesta bastante a la señora. También intentan escondérselo a la hija, hasta que no tienen más remedio que contarle la verdad. Una de sus grandes preocupaciones, para hacerse una idea del tipo de familia, es el “qué dirán”, hasta tal punto que un día deciden ir al restaurante carísimo al cual iban a menudo para no suscitar muchos comentarios.Ella, la mujer de mediana edad, con pocos estudios e inexistente experiencia laboral decide ponerse a trabajar. La respuesta de él es sobrecogedora:- No me hace ninguna gracia. Es más: te lo prohíbo.En unos capítulos de después, se ve a la mujer que se dedica a coses en casa y le dice que lo hará, porque tiene que ayudar en casa.Pero a mí este “te lo prohíbo” me dio muy directamente. Empecé a pensar en cuantas personas consideran a otras como posesiones. Ya sabemos que los adjetivos posesivos (mi, tu, su…) los utilizamos, al menos yo, sin una connotación de posesión: cuando hablo de “mi” hija utilizo este posesivo, pero cuando estoy con gente que me conoce y sabe de mi hija hablo, sencillamente, de Olívia. Cuando hablo de “mi” hermana, “mi” madre” lo hago como referencia. Vamos, que en general creo que lo utilizamos sin ánimos de destacar nuestras “posesiones” (no es lo mismo que decir “mi coche”).No obstante, el hombre que utiliza con su mujer “te lo prohíbo” está hablando con una posesión. Es suya, y tiene que hacer lo que él diga. En la serie, al final hace lo que quiere, pero no le da ninguna importancia a que él se lo haya prohibido.En la vida real, ¿cuántas mujeres son posesiones de un hombre? Si, encima, este hombre es violento o está loco, ¿cómo va acabar esta mujer? ¿Cuántos niños son posesiones de sus padres, que los pueden llegar a vender? ¿Cuántas niñas son posesiones de sus padres, que las pueden llegar a cambiar?¿Cuántas mujeres que conozco, que están a mi alrededor, son posesiones de sus parejas y, lo que es peor, se sienten como posesiones, y que no son dueñas de sus vidas?