Revista Cultura y Ocio
- Espera un momento. Tengo que hablar contigo muy en serio.(Se enfrentó a él cara a cara)- Ahora que te tengo delante voy a aprovechar. No intentes escapar. No lo vas a conseguir.- ¡Mírame a los ojos! ¡No seas cobarde!- Así. Hace mucho que nos conocemos. Demasiado. Toda una vida.- Te he soportado y he tapado todos tus defectos (que por cierto, son muchos). Pero ahora te voy a cantar las cuarenta.- Y me vas a escuchar aunque no quieras.- ¡Eres…!- ¡Aprovechado. Bocazas. Cabezón. Decadente…- ¡No! ¡No! ¡No he acabado. Estoy letra a letra del abecedario. Hasta la Z mira si quedan!- ¿Cabrón? ¡También. Un auténtico cabronazo!- Pides explicaciones a todo el mundo. No pasas una. No dejas títere con cabeza. Todos hacen mal las cosas. Tú no. Tú eres don perfecto.- ¡Pues, no, nene, no! ¡Tú eres un prepotente. Un ser que precisa de los halagos y de las alabanzas. Y que si no las recibe se siente deprimido1- ¡Ah, sí. La depresión! ¡Venga ya, muchacho! ¡No me cuentes historias de miedo!- Eso es, ahora mírame con cara de carnero degollado. Otro de tus defectos. ¡Y gordos! Haces creer a los demás que eres una víctima.- ¿Sabes cómo acabarás? ¡Sólo! ¡Más solo que la una!- Eso..., llora. ¡Ahora llora! ¡No me vas a conmover!- Voy a dar media vuelta y marcharme. Si cambias... avisa. Siempre estaré aquí.(Dando la espalda al espejo en el que se había enfrentado a su verdad, se marchó).
