Al abrir el cuento, en las guardas, observamos una serie de dibujos de los dos protagonistas en actitud divertida y juguetona, bailando e incluso cantando o hablando muy alto. De esta forma ya te anima a seguir descubriendo el porqué de esa felicidad, de esa compenetración entre adulto y niño.
En contraste con esta primera impresión, la frase con la que comienza el relato nos dice que el protagonista, llamado Garbancito, está triste. Esa emoción se contagiará a la mascota de la familia que acompañará la historia con su empatía y que será uno más en el juego disfrazándose, emulando al humano.
El texto denuncia el poco tiempo que prestamos a la infancia debido a la cantidad de trabajo y obligaciones que nos rodean. Siempre haciendo promesas de "lo haremos cuando haya más tiempo", "pronto te recompensaré" pero ese tiempo se esfuma, pasa y las promesas se quedan en el olvido. Por ello, la importancia de disfrutar el presente y de centrarse en lo más importante.
Una vez acostado para dormir, Garbancito le pide a su madre que le diga cuánto le quiere puesto que no se lo demuestra de otra forma. Es cuando su madre se da cuenta y comienza a jugar diciéndoselo de todas las maneras posibles que él copiará, devolviéndole así el mensaje.
Un texto genial de Juan Carlos Chandro y unas preciosas ilustraciones de Mª Luisa Torcida harán de este libro, que juega con onomatopeyas, con la imitación de animales y con gestos llenos de amor y ternura, un buen recurso que podrá proporcionar diversión durante la lectura.
Fondos lisos sin detalles para centrarnos en los protagonistas, un mensaje valioso, dos animales que se unirán al "juego" en una bonita historia en la que resalta el color rojo de una madre que olvida durante un rato su trabajo para ofrecerle a su hijo todo su cariño. Un niño que sin reproches le pide a su madre atención nos dirán que el amor se demuestra y se dice, de muchas maneras.
"-¿Te lo digo como los patos
y los gallos? Cua... Cua... Cua...¡Cuánto te quiquiriquiero!"