Dice José Antonio Marina que cuando alguien dice “te quiero”
lo más sensato sería preguntar “¿Para qué?”. Y es que hay muchos motivos para
querer a alguien y no todo el mundo quiere para lo mismo. Se puede querer a una
pareja para conseguir la estabilidad que nunca se tuvo, para tener una vida con
la apariencia que nos han dicho que tenemos que tener, para no estar solo, para
tener a alguien con quien hablar o salir de viaje o para disfrutar del sexo.
Cualquier opción es válida, uno puede querer o querer tener pareja para lo que
quiera siempre y cuando eso que quiera no lleve al dolor, al engaño o a la
infelicidad del otro. Ya se sabe que los derechos de uno acaban donde empiezan
los del otro.
Lo importante es coincidir o mejor aún compenetrarse en esos
deseos. Si dos personas se quieren para compartir y disfrutar juntos del sexo, y nada más y eso es lo que tienen,
estaremos ante una pareja que disfruta de la relación. Si uno de los miembros
de la pareja desea poder, apariencia o estatus social y el otro se lo puede
ofrecer mientras el obtiene la atención y el cariño que le brinda su pareja,
estaremos ante una pareja que se compenetra en deseos, en lo que quieren.
Sin embargo muchas parejas no tienen claro lo que quieren el
uno del otro y de lo que se pueden ofrecer mutuamente. Es muy habitual que uno
de los miembros de la pareja quiera formar una familia, tener hijos y lo quiera
desde el principio y sin embargo el otro miembro no quiera y lo tenga claro.
Pero no lo hablan, uno lo da por hecho y el otro también, y los dos viven una
relación que muy posiblemente tenga una fecha de caducidad salvo que uno de los
dos cambie de deseo. Tampoco se trata de estar de acuerdo en todo lo que el
otro quiere pero si de saberlo y saber a “lo que atenerse”.
¿Sabes lo que quiere tu pareja de ti? ¿Sabe tu pareja lo que
tú quieres de él o de ella?