Revista Coaching

Te regalo tu libertad

Por Carlos Melero Bascones @Gotasdecoaching

¿Te imaginas cómo sería un mundo sin obligaciones? Un mundo donde pudieras hacer lo que quisieras, donde pudieras gritar a tu jefe, pasar de la policía, dormir hasta tarde todos los días. ¿Te lo imaginas? ¿Serías más feliz? Pues resulta que vives en él.

Según un modelo de pensamiento llamado “Pensamiento útil“, las personas no están obligadas a cumplir con sus obligaciones, sino que acometerlas es realmente una decisión libre y olvidar esto, pensando que todo son obligaciones, nos impide ser más felices de lo que somos. 

Llevar a los hijos al colegio no es una obligación, igual que no lo es ir a trabajar, obedecer al jefe o hacer caso a tu pareja. Según este modelo, nadie está obligado a respetar un STOP ni mantener la fila en el supermercado. 

¿Cómo sería tu vida si no tuvieras que callarte ante una mala palabra de tu jefe?

Según este modelo, cuando una persona dice que hace algo por obligación, lo que realmente sucede es que ha aceptado una imposición como válida y quiere acatarla, pero lo gestiona como una obligación ante la que no tiene alternativa.

 

Las obligaciones son la forma de tomar decisiones sin que parezca que las tomamos. 

Los motivos para cambiar este querer por un deber pueden ser varios. El principal, o el que está detrás de todos los demás, es poder tomar una decisión sin que parezca que se está tomando. 

Acciones como llevar a los hijos al colegio temprano o responder al jefe con una sonrisa se consideran obligaciones que debemos cumplir y muchas personas lo hacen de mala gana porque están obligadas pero ¿Y si fueran producto de una elección libre?

Usemos como ejemplo cualquiera de estos casos:

  • El jefe te recrimina por algo que no es exacto y además lo hace de mala manera. 
  • Estás con en una fiesta y tu pareja se pone enferma.
  • Estás conduciendo tranquilamente y la policía de pide que detengas el coche.
  • Has dormido mal y suena el despertador para llevar a tus hijos al colegio.

En todas estas situaciones, hay una conducta que estamos obligados a cumplir, algo que debemos hacer porque no tenemos otra opción. 

Ya sea responder de la mejor manera posible al jefe, dejar la fiesta para acompañar a tu pareja, detener el coche o levantarte con mucho sueño, todo son acciones que debes hacer porque estás obligado a ello. No puedes gritar a tu jefe, ni dejar a tu pareja vomitando mientras te diviertes, darte a la fuga sin motivo alguno o no atender a tus hijos. 

Lo que defiende el modelo de pensamiento útil es que tal vez esto no sean obligaciones, sino elecciones echas desde la libertad de decisión. Y, si lo piensas un poco, seguramente te des cuenta de que sí podrías gritar a tu jefe, hay quien lo ha hecho. También puedes olvidarte de tu pareja, atropellar al policía o dejar que tus hijos duerman hasta la hora de la comida. 

Entonces, si puedes hacer lo otro y no lo haces ¿no estás eligiendo lo que consideras que “debes” hacer?

El pensamiento útil defiende que actuar por obligación tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Tiene la ventaja de que no debes decidir y por lo tanto jamás te equivocarás. Una de las sensaciones que más desagradan a las personas es la de haberse equivocado, pero si no decides no te puedes equivocar. Si por hacer lo que debes hacer suceden cosas que no deseas, no es tu culpa, porque no tenías opción. 

 

Si por hacer lo que debes hacer suceden cosas que no deseas, no es tu culpa, porque no tenías opción. 

Así, si por aguantar a tu jefe estás disgustado, no es culpa tuya. Si por acompañar a tu pareja, el anfitrión de la fiesta se enfada contigo, es cosa suya, tú tenías que irte. Si llegas tarde a tu cita porque te detiene la policía, nadie puede echártelo en cara y, si tienes sueño es porque has atendido a tus obligaciones con tus hijos. 

Actuar por obligación te exime de las consecuencias de tus actos ante otros y ante ti mismo. Dicho así, puede parecer algo malo, pero es un concepto socialmente aceptado por todos y muy utilizado. En todos estos casos, las personas de tu entorno entenderán tu actitud y, no sólo eso, sino que además tal vez te consolarán porque te has visto en la obligación de aguantar al jefe, dejar la fiesta, madrugar o detener el coche. 

Y aquí aparece un segundo beneficio de hacer las cosas por obligación y es la aceptación y consuelo del grupo. Algo que reconforta, aunque a muchos les cueste admitirlo, pero no voy a hablar de ello ahora. Me quedaré en que siendo víctima de lo que sucede, no estás obligado a decidir y tu entorno aceptará lo que suceda, porque claro, no había más opción. 

Esto de cambiar las decisiones por obligaciones se utiliza mucho más de lo que puedas pensar en un primer momento. Tal vez hayas conocido a alguien que se apunta a un gimnasio para obligarse a ir, se compra un bikini de una talla menor para obligarse a adelgazar, queda con sus amigos pronto para obligarse a madrugar. Con mucha frecuencia buscamos el cobijo de la obligación para eludir el peso de la decisión. Pero es un espejismo, porque siempre estamos decidiendo. 

En todas estas situaciones tomamos decisiones y, como decía antes, disfrazarlas de obligación tiene sus ventajas, pero también tiene sus inconvenientes. El que hasta ahora he visto como peor efecto secundario es el de la frustración por la ausencia de libertad

Una persona que vive su vida aguantando al jefe porque no tiene más remedio, dejando la fiesta porque debe acompañar a su pareja, parando el coche porque la policía le obliga y levantándose a desgana para atender a sus hijos aunque no quera, está viviendo en algo parecido a un campo de prisioneros y en esa situación es complicado ser feliz. 

 

Cuando gran parte de la vida de una persona está regida por la obligación, la vida deja de ser de uno mismo.

Cuando gran parte de la vida de una persona está regida por la obligación, la vida deja de ser de uno mismo y es muy probable que acabe viviendo en la queja permanente. Sin embargo la mayoría de las obligaciones no lo son tanto. 

Lo que el pensamiento útil defiende es que una persona no está obligada a aguantar las broncas de su jefe, sino que decide hacerlo porque eso le reporta un beneficio que lo compensa, ya sea el sueldo, la estabilidad o lo que hace después con ese sueldo o esa estabilidad y, esto último, es también una decisión. La pregunta que en este caso un Coach Realista haría a su cliente es “¿Para qué aguantas la bronca de tu jefe?”. 

 

Mantener el foco en lo que hay de elección en cada obligación, nos ayuda a ser conscientes de nuestra libertad.

Una persona decide acompañar a su pareja si se encuentra mal porque quiere actuar según sus valores y eso no es una obligación, es una decisión de vida. Es una decisión de la que uno se hace responsable y que da aún más valor a la acción porque demuestra compromiso y algo de sacrificio por el otro. 

Creo firmemente que una persona puede mejorar la forma en que vive ciertas situaciones cuando se da cuenta de que es más libre de lo que piensa y es consciente de las decisiones que toma y para qué lo hace. 

El pensamiento útil defiende la teoría de que tomar conciencia de este tipo de cosas, aunque a veces puedan parecer evidentes, ayuda a que la mente esté más calmada y sea más feliz. 

Y tú ¿Qué decisiones estás disfrazando de obligaciones?

 


 

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