Revista Cultura y Ocio
He tenido la suerte (porque de suerte hay que hablar muchas veces en el mundo de los libros, sin que tal sustantivo comporte ninguna carga de desdén o burla) de encontrar un espléndido libro de microrrelatos. Se titula Teatro de sombras, su autor es el leonés Fermín López Costero y la editorial que ha tenido el buen gusto de lanzar la obra es Nazarí, de Granada.Como suelo hacer en este tipo de volúmenes, leo con mucha lentitud y con mucha atención los cinco primeros textos y, si al concluir no me han trasladado una sensación contundente de brillantez, dejo el tomo y me dedico a menesteres más placenteros. Teatro de sombras supera la prueba con manifiesta holgura: un personaje que deambula por las tabernas nocturnas divulgando su estrafalario mensaje (“Dios”), un relato donde la muerte adquiere un protagonismo absoluto (“Los aparecidos”), un texto en el que asistimos a una persecución ingeniosísima (“Una historia de amor”), la reinvención de unas páginas de Perrault (“La cita”) y la enigmática crónica de un suceso misterioso (“Tarde de circo”).A partir de ahí, me preparé un café, me arrellané en el sillón y dejé que Fermín López me desgranara todas sus propuestas: sus libros que pierden y recuperan hojas, sus maizales terroríficos, sus satánicas entrevistas de trabajo, sus muertos anómalos, sus maniquíes ruborosos, sus asesinatos atroces y preventivos, sus niños que vuelan, sus muñecas de plástico descuartizadas, sus piezas de ajedrez libidinosas o sus cremas alargadoras de pene… Esa fastuosa variedad temática permite que los lectores nos sintamos invadidos por continuas sorpresas, que se suman a la deliciosa envoltura estilística que les imprime el narrador de Cacabelos.
Un volumen memorable, sostenidamente atinado, que merecerá los aplausos incluso del público más exigente.