El pasado martes, una cita de mi admirada directora Julia Mª Butrón, me llevó de nuevo a subir al escenario de la Casa de Córdoba en Madrid. Mis amigos del Teatro de Cámara Góngora, nunca me dijeron adiós, y cada vez que hay un evento o un nuevo montaje recibo su invitación para participar en él. En esta ocasión se celebraban las bodas de oro con el teatro. 50 años de teatro y cultura de los que he tenido el honor de compartir algunos. Y, tras la propuesta de mi amigo Rafael Casas y la insistencia de Julia María, allí me presenté.
Se entregaba el V premio de teatro al actor Fernando Guillén Cuervo y se hacía un homenaje a la historia de este grupo. En estos eventos uno discute con su propio ego para no destacar demasiado. Como actores nos gusta exhibirnos ante el público, pero hay que tener mucho cuidado para no ser el centro de atención. Por eso me resistía a la primera propuesta que era hacer un monólogo de "Calígula" como complemento al monólogo de "Cyrano" que podía hacer Manuel Galiana. Por suerte, los organizadores lo pensaron mejor y mi intervención se limitó a la lectura de unos juegos florales en compañía de Mª José Alfonso, Pepe Ruiz y María Bravo.
La noche transcurrió entre la admiración y la emotividad de encontrarme con amigos y compañeros. Fernando Guillén Cuervo, al recoger su premio, dijo que se sentía honrado porque el premio se lo entregaban auténticos sabios. Por mi parte también sentí orgullo de haber pertenecido a ese cuadro artístico por el que han pasado grandes actores y directores de la escena española. El color de la fotografía de esa noche era el blanco y negro porque por allí desfilaron auténticas glorias vivas y representación de otras que han formado parte de la historia de nuestro teatro. Jesús Guzmán, Gemma Cuervo, Julia Trujillo, Alberto González Vergel, la viuda de Max Aub y un buen número de representantes de nuestra cultura nos hicieron vibrar con sus anécdotas y sus comentarios. Me hizo especial gracia la presentación de Pepe Ruiz, que decía que toda su vida ha estado reivindicando su nombre porque le habían llamado desde Pedro Ruiz hasta Pepe Rubio y ahora que casi lo consigue, todo el mundo le llama Abelino. Es lo que tiene conseguir cierto éxito mediático, que los actores dejan de ser conocidos por su nombre y empiezan a ser nombrados con el nombre de su personaje. Yo empiezo a volver la cabeza cuando oigo "Stewie". El Teatro de Cámara Góngora ha conseguido conjugar su carácter vocacional con el respeto y la colaboración de profesionales de la escena y la literatura. No en vano, Antonio Gala es el presidente de honor de los premios que esta agrupación concede periódicamente. Lo que demuestra que el teatro aficionado no es enemigo del profesional, sino que pueden caminar de la mano. Bravo por el Teatro de Cámara Góngora que ha sabido potenciar la cultura durante estos 50 años. ¡Que vengan otros 50!