El pasado jueves 21 de enero tuve la oportunidad de asistir a la representación de "Cervantina", por la compañía Ron Lalá y por la Compañía Nacional de Teatro Clásico en el Teatro de la Comedia de Madrid.
Cervantes es esfera. Su obra es esférica. Gira. Se transmuta. Se transforma sobre sí misma. Su círculo se cierra en todos sus personajes. Todos flotan en esa mágica, leve y perfecta esfera donde cada uno es lo que es.
La esfera es la forma perfecta y Cervantes redondea como un alfarero apasionado su esfera-universo donde todo y todos giran.
Cervantes deja que sus personajes hablen. No los filtra; por eso incomodan. No los juzga; por eso son rebeldes. No los condiciona; por eso son libres y él, Miguel de Cervantes, es libre con todos ellos. Cervantes fue libre en la cárcel a través de sus personajes. Libre en la esfera de su obra, en su universo de infinitos círculos concéntricos que alguien abordará una vez y otra vez dentro de quinientos años (y ojalá lea esta Cervantina).
¿Cómo se le ocurre a nuestro buen Cervantes poner a los personajes leyéndose a sí mismos? ¿Cómo puede hacer decir a una mujer que es libre hace cuatro siglos? ¿Cómo crea a dos perros que hablan con discurso, a una gitana defendiendo a su pueblo o a un licenciado que cree que es de vidrio? La respuesta es: con imaginación, que solo existe con libertad.
Cervantina es un juego en el que jugamos a ser cervantinos, un malabarismo con sus palabras y las nuestras, una esfera entre las suyas, música nacida entre sus palabras y humor ronlalero.
Para terminar diría lo que él dijera alguna vez: escritor divino si no fuera tan humano.
Cervantina es una obra que recoge fragmentos de varias obras de Cervantes, la gran mayoría de ellas no las conocía, pero eso no impidió que me lo pasara en grande y que disfrutada de la función. Una hora y media que se me pasó volando entre risas, aplausos y música (porque los actores también nos deleitaron con canciones).
Mientras tanto, el virus de la cervantina iba contagiándonos poco a poco a los que estábamos presenciando la obra.
En mi imaginación, la obra iba a ser una buena representación, hecha por una buena compañía pero que no me iba a gustar más que el resto de obras de teatro a las que había ido hasta ahora. Pensé que sería seria e incluso un poco aburrida en ocasiones pero no ha sido así en absoluto. Las historias, además de ser divertidas, incluyen muchos elementos y diálogos actuales, creando una mezcla muy curiosa entre la época de Cervantes y la nuestra.
Al finalizar la obra, el virus se había instalado en nuestros cuerpos hasta el punto de salir cantando del teatro el estribillo de la canción: "No hay vacuna ni aspirina que cure la Cervantina"