Escribo estas líneas con el recuerdo vivo y fresco todavía de una de las funciones que más me han emocionado en los últimos meses: «Tebas Land», del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco, que, con dirección de Natalia Menéndez y la interpretación de Israel Elejalde y Pablo Espinosa, se presenta en El Pavón Teatro Kamikaze.
Escribe Natalia Menéndez que «"Tebas Land" es la tragedia más inquietante que he leído en este inicio de siglo XXI». Ciertamente, es una obra notablemente inquietante; lo que ya no estoy tan seguro es de que sea una tragedia. Dice la RAE que debe tener «un final funesto» y esta función -espero que nadie lo considere spoiler- tiene un final no feliz sino luminoso y esperanzado.
Confieso que no conocía a Sergio Blanco, un autor uruguayo radicado desde hace cerca de treinta años en Francia. «Tebas Land» se estrenó en el teatro San Martín de Buenos Aires hace tres años, y revela a un autor minucioso, cuidadoso, de escritura franca y detallista, al menos por lo que respecta a «Tebas Land» (imagino que a ello habrá contribuido la versión de la propia Natalia Menéndez).
«Tebas Land» narra el encuentro entre un dramaturgo y un parricida en la cárcel donde cumple condena por el asesinato de su padre, cuya historia quiere llevar al teatro el primero. También aparece en la función el actor que encarna en escena al criminal. Es un relato apasionante, escrito con tanta sinceridad como llaneza, extremadamente inteligente y lleno de referencias literarias -del mito de Edipo hasta «Los hermanos Karamazov»- que se deslizan con naturalidad en el texto. Su estructura es atractiva -transcurre en la cancha de baloncesto de la prisión, y está dividida en cuatro cuartos, como un partido de este deporte-, y sus pensamientos van empapando la piel y el intelecto del espectador con la sutileza y persistencia de una lluvia fina.
El maltrato infantil, el papel del creador y de la creación, la homosexualidad, la ausencia, la juventud, la amistad... Son cuestiones que se van mostrando en esta función que invita, a través de muy diferentes capas, a múltiples reflexiones; es un texto riquísimo en matices, de gran inteligencia en la construcción, y de una extraordinaria habilidad dramática.
La mejor dirección de escena, he escuchado decir muchas veces, es la que no se nota. Y en «Tebas Land» no se nota la mano de Natalia Menéndez; es decir, sí se nota, más bien quiero decir que no se hace notar, porque va en todo momento a favor de obra, latiendo al compás del texto, dejándose llevar por él, y apoyada por la sugerente -y arriesgada- escenografía de Alfonso Barajas (con los vídeos de Álvaro Luna y Bruno Praena) y la sugestiva iluminación de Juan Gómez Cornejo.
El mejor elogio que se puede hacer de Israel Elejalde es que está como siempre. Pocos actores tienen su capacidad para vestirse los personajes (sean de la talla que sean) y que parezcan un traje a su medida. Tiene, además, una discreción y una sobriedad muy poco común dentro del gremio actoral, lo que le convierte en un intérprete tan brillante como fiable e inusual. Le acompaña Pablo Espinosa, en su primera experiencia escénica profesional. Su trabajo es magnífico; encarna tanto al parricida como al actor que lo interpreta, y es capaz de sembrar los dos con pequeñas matices que los hacen diferentes. Raspa al primero con un punto de pesadumbre e ilumina al segundo, y logra una feliz química con Israel. Es, resumo, una función para disfrutar.