Revista Cine
Juan Miguel del Castilloconfecciona en su primer largometraje, Techo y Comida (2015), un punzante drama social donde una joven de (tan solo) 25 años, de nombre Rocío (Natalia de Molina), se ve atrapada en una espiral de pesadillas al ser incapaz de conseguir un trabajo con el que sacar adelante a su hijo de (únicamente) 8, de nombre Adrián (Jaime López).
En la reciente ganadora del Premio del Público en la última edición del Festival de Málaga hay muchas virtudes. Empezando desde abajo, “por los cimientos”, si hay algo de lo que la película puede presumir es de su manuscrito: muy compacto y acertado en lo que a su construcción se refiere, la práctica totalidad de la narración se focaliza en el personaje principal, una madre joven y sufridora, desligándose de éste únicamente en ocasiones escasas y muy concretas. Es esta forma de narrar a través de un único personaje lo que permite una completa identificaciónpor parte del espectador: acompañamos fielmente a Rocío durante el 95% del metraje y, aun conociendo que todo esto no es más que una ficción, no podemos evitar tenderle la mano a sabiendas de que no conseguiremos ayudarla en su objetivo.
Pero todo esto sería literatura sin el sobrio manejo de la puesta en escena que demuestra Del Castillo, quien, más allá de su buen hacer como narrador, deja ver su buena mano como cineasta en la impecable planificación visual de su discurso: el manejo de la cámara resulta tremendamente preciso en su selección del espacio, favoreciendo esto la lectura adecuada de una narración prácticamente impecable, y educando así la mirada del espectador ávido desde el comienzo del relato.
La inclusión de elementos iconográficos así como el uso de alegorías (véase, como ejemplo, la escena del gol, con esa celebración fuera de foco al fondo del encuadre, mientras en primer término Rocío abraza a su hijo entre lágrimas; yendo un poco más allá, el tan significativo plano final pone el broche de oro) refuerzan una ya de por sí innegable dirección maestra, la cual, unida al formidable trabajo de Natalia de Molina, la intérprete protagonista (Premio a la Mejor Actriz en el pasado Festival de Málaga) hacen de Techo y Comida una película tremendamente actual y necesaria, merecedora de una localidad reservada en la sala del mejor cine social patrio.
En una frase: Heredera de los mejores films de los Dardenne, Techo y Comidate hace recordar cuáles son los verdaderos problemas.
Pelayo Sánchez.