Techo y Comida. Juan Miguel del Castillo, 2015.
Sufragistas. Sarah Gavron, 2015.
Un grano de arenaHace bastante que no doy con un tema que me ilumine lo suficiente en estos tiempos, que me inspire a escribir. Soy exquisita. Soy exigente, también.Leo poco y no me concentro en las páginas. Me faltan horas para enamorarme de un personaje, de un acontecimiento de ficción. Tal vez se me ha olvidado lo que es eso, quién sabe.Últimamente, voy mucho al cine. Me escapo de los escasos metros cuadrados de mi estudio casi cada domingo desde hace al menos tres meses y me hundo en la butaca de una sala de las que Madrid tiene tantas. Veo lo que haya, lo que me entre por los ojos; lo primero o lo último que pase delante de mí. No busco carteles: les permito que ellos se paseen a mi lado contoneándose hasta que uno me convence y compro su entrada.Las dos últimas veces que he ido al cine en estos domingos de diciembre, ha sido para ver dos películas nada alegres, películas que, sin embargo, a mí me han devuelto las ganas de escribir y con ello, la sonrisa.Porque tengo un motivo para sentarme al teclado y describir lo que me han dado: un zarpazo de vida una y un pedacito de historia, la otra.Techo y comida no es una historia para recapacitar y alarmarse, porque nos cuenta las noticias, sólo que sin la voz del periodista ni el rótulo del telediario. Es un drama, como lo son las terribles pero tan cotidianas historias reales de deshaucios en España desde hace ya varios años. Emociona, entristece, remueve la conciencia y el sentido común de todos los que se sientan a verla. Techo y comida es durísima, porque no regala nada al espectador: lo fuerza a reconocer qué mal que se hace todo hoy, ahora, en nuestro barrio, a nuestro lado.Nada diré sobre Natalia de Molina porque no es para ser descrito: es para verse y oírse. Pura víctima, sin filtro, ni trampa ni cartón que valga. Impactante.Después de la tragedia de la falta de dinero y la maternidad soltera, me trago Sufragistas: otro golpe bajo y bochornoso de lo poco que hemos avanzado desde que a las luchadoras londinenses de principios del siglo XX dieran la cara y el puño por la igualdad de derechos.Y de nuevo nos emocionamos y lloramos con ellas, porque era todo terrible y doloroso en un mundo de hombres injustos y leyes más que descompensadas. Lo era entonces y sí, señores, lo es ahora en muchos más aspectos de los que queremos reconocer. Eso sí que duele.Sufragistas es un "flyer" más que interesante: invita a conocer mucho más a fondo todo el esfuerzo de ellas y a reconocer que sin ese esfuerzo, nunca habríamos comenzado a pelear. O habríamos tardado mucho más (Señor: el voto femenino en Suiza se reconoció en 1970... o sea, ayer).Digo "flyer" porque sólo adelanta en bonitos planos y espléndidas miradas de Carey Mulligan (que sí, que además de hacer amago de llorar, estalla en llanto varias veces a lo largo del film) lo que es Historia. Lo que fueron también noticias, con la voz de un periodista y el rótulo de un periódico.Un granito de arena más para seguir mirando alrededor, que pasan muchas cosas mientras nosotros estamos vivos.