La posibilidad de que España no pueda resistir los embates de la crisis y de los mercados y termine siendo intervenida existe realmente y cada día es mayor. En ese caso, el gobierno tendría que dimitir en bloque. Algunos ya toman posiciones para sustituir a Rajoy.
Dicen que quiere ser el próximo presidente del gobierno español, pero no como candidato del PSOE sino como 'enviado' de Europa. Quiere ser el 'Monti' español. Durante años, después de su dura derrota electoral, ha permanecido lejos de las cámaras y sin hacer declaraciones, pero, tras la caída de Zapatero, el ascenso de Rubalcaba y el acoso de los mercados a la economía española, Almunia piensa que ha llegado su hora, parece haber resucitado y sale a la palestra, casi a diario, con declaraciones y comparecencias bien estudiadas y planificadas, sin duda encuadradas en un plan de imagen.
La última fue dura y tenía la intención de ser un torpedo en la línea de flotación del poder de Rajoy: 'las recomendaciones de la Comisión Europea son obligaciones para España'. El gobierno del PP tuvo que desmentirlas. Formalmente, las recomendaciones de Bruselas no son obligatorias, pero, para un país clandestinamente intervenido y sin prestigio exterior, como España, son casi mandatos.
Almunia sabe que los ciudadanos españoles están cada día más preparados para pronunciar una sentencia de muerte contra el gobierno del PP, por sus mentiras, carencias, fracasos y, sobre todo, por su distanciamiento de la democracia y de la decencia y por su negativa a reducir el tamaño del Estado y capitanear la regeneración ética de una clase política cargada de privilegios y de vicios, pero esos mismos ciudadanos no están dispuestos a perdonar al PSOE porque sus estragos y traiciones a España están demasiado recientes y permanecen sangrantes, muy clavadas en el alma de España, lo que constituye un peligro de muerte real para el socialismo español, que estará condenado a ser oposición durante muchos años, quizás más de lo que puede soportar un partido clientelar, cuya fuerza no reside en la ideología o los principios, sino en el ejercicio del poder y el reparto del botín.
Al no existir en España otros partidos preparados para el relevo, con suficiente proyección en la opinión pública y con cuadros suficientes para gestionar el Estado, va a producirse en las próximas elecciones un terrible vacío de poder que Almunia desea ocupar como tecnócrata enviado por Europa. Su mayor problema es que es demasiado conocido y que la gente sigue identificándolo como dirigente del PSOE, lo que para él representa un obstáculo inmenso y un fracaso electoral seguro, si tuviera que someterse al veredicto de las urnas.
El 'sueño' de Almunia pasa por un deterioro tan grave de la situación de España que el país, intervenido de hecho, no tenga otra opción que recibir como líder a un recomendado por Europa, un hombre de confianza de Alemania, Francia y Bruselas, un cóctel difícil que Almunia se está trabajando con delicadeza y sumo cuidado.