En la Revolución industrial tanto la religión -heredada del pasado- como las ideologías ocuparon buena parte de los asuntos o la cosa pública lo que condicionó buena parte de los acontecimientos más relevantes de la Historia moderna y con ello la vida de las sociedades pre-industriales e industriales. En la actualidad, en plena Revolución tecnológica lo que condiciona nuestras vidas ya no es tanto la religión -minoritaria en Occidente- ni las ideologías convertidas en pseudo-ideologías por los medios de comunicación de masas, Internet y la industria del entretenimiento (sociedad del espectáculo) en la que somos meros espectadores de unos sucesos que o están previamente planificados; la inmensa mayoría o se manipulan con posterioridad una reducida minoría de éstos en los cuales podemos participar de algún modo u otro siendo conscientes de que todo suceso es susceptible del sabotaje, como del engaño y la manipulación por parte del Poder, lo que nos convierte a la vez en agentes ya sea conscientes o inconscientes, activos o inactivos de todo el entramado del aparato tecnológico controlado por la oligarquía en el que se asienta el Sistema de dominación.