Al conocer la compañía Proteus Biomedical tras el artículo de ayer, seguí indagando en su página web para ver el resto de sus productos.
Encontré algo que me llamó mucho la atención. La compañía ha desarrollado tecnología comestible para hacer “inteligentes” a los fármacos y que proporciones información valiosa para adaptar la terapia a cada sujeto.
Tecnología comestible para el cuidado de la salud
Los denominan “marcadores de eventos comestibles” (Ingestible event markers -IEM-), unos diminutos sensores hechos de ingredientes alimenticios que se activan con los fluidos estomacales. Cuando se activan, emiten una señal de baja intensidad que puede captar un receptor pegado a la piel o implantado bajo ella. Un buen ejemplo es el sensor que os presenté ayer.
El receptor puede recoger fecha y hora de la ingesta, tipo de medicamento, la dosis y seguir midiendo, en relación a este evento, información como el pulso, el ritmo respiratorio, la actividad física, etcétera.
Estos sensores se fabrican en obleas de silicona y sus fabricantes dicen que son extremadamente económicas de producir, costando unos pocos céntimos por sensor si se producen en grandes cantidades.
Me parece una tecnología que promete mucho. Tendríamos una forma muy sencilla de medir el efecto de los fármacos en los parámetros biológicos que estamos monitorizando. También podríamos tener evidencias de la adherencia al tratamiento de los pacientes, algo tan difícil de medir hoy día de forma objetiva, porque el contar las pastillas que faltan a la caja sólo mide que el medicamento salió de su blister, no que se ingirió. ¿Sería una nueva forma de abordar aquellos tratamientos que, por requerir una perfecta adherencia, se tienen que administrar en centros sanitarios (inyectados, habitualmente)? Es cuestión de hacer un estudio serio al respecto, ¿no?
Fuente: Proteus Biomedical.
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Noticias, Salud por Fran Sánchez