Son tantas las mediaciones desde las que interactuamos en el mundo de hoy que vale reflexionar y advertir que la distinción “yo / no-yo” no es tan clara como solíamos creer que parecía. Si pensamos acerca de la noción de individuo indefectiblemente tendríamos que abocarnos al estudio de la relación de las partes con el todo. ¿Son tan nítidas las fronteras entre el yo y el no-yo? ¿Qué es la identidad? Pienso en la biología y me vienen a la mente las bacterias y los virus que desarrollan su existencia en nuestros cuerpos y viven en una relación simbiótica o parasitaria con nosotros los que los definen. Pienso y me pregunto ¿forman parte esos virus o bacterias de nuestra noción de “yo”? ¿Son estos organismos autónomos? Sabemos que muchas bacterias son beneficiosas y nos ayudan en nuestras funciones diarias. Pensemos, por ejemplo, en las bacterias del intestino que nos ayudan a hacer la digestión.
Hace ya varios años que el famoso biólogo y divulgador, Richard Dawkins, introdujo el concepto de fenotipo extendido que puede ser útil para hacer referencia a las dificultades de establecer una barrera clara entre el “yo” y el “no-yo”. Tal como él lo indica, algunos animales se sirven del entorno para potenciar sus cualidades; en otras palabras, extienden su fenotipo. Un camaleón se sirve del color de los troncos de los árboles para ocultarse, para mimetizarse. Estimo que el concepto de fenotipo extendido no se ha utilizado para investigar la conformación de la identidad. El mundo actual nos ofrece un variopinto universo de interacciones y mediaciones a partir de las cuales nos desenvolvemos. Si de algo se caracteriza esta época en vías de hiper-tecno-socialización es de la integración creciente de nuestros cuerpos y mentes con tecnologías y plataformas sociales expansoras de posibilidades.
La tecnología puede ser pensada como la extensión de nuestras mentes, mentes pluralizadas en individuos que se integran en forma compleja a través de la mediación comunicativa que acontece en las múltiples plataformas con las que interactuamos. En cierta forma es dable imaginar que tales plataformas están propiciando la resignificación de la naturaleza humana, no ya como exclusivamente animal, sino también tecno-social. En cuanto a tecnología, podríamos preguntarnos si las gafas o los implantes cocleares de una persona que no ve o no oye aceptablemente son parte de ella o no, y si sería la misma persona sin ellos. Podríamos preguntarnos quiénes somos cuando navegamos por las múltiples redes con las que interactuamos. Podríamos preguntarnos dónde estamos cuando varios individuos nos reunimos en un espacio de mediación comunicacional virtualizado. Pensando en el futuro, podríamos preguntarnos si los dispositivos nanotecnológicos de ingeniería neuronal que aumenten nuestra capacidad cognitiva, una vez de que existan y sean instalados en nuestros cerebros, serán parte intrínseca de nosotros o no.
Éstas y muchas más son las preguntas de la filosofía de los tiempos venideros. Estoy convencido de que una revolución ha emergido con la evolución de lo artificial y lo tecno-social que están, no se si superando, pero tal vez trascendiendo y acelerando las capacidades adaptativas de la evolución natural de la especie “homo”. Estoy convencido de que, considerando este proceso de mutación de naturaleza invisible muchos de los conceptos abstractos, como por ejemplo, el de la noción del “yo”, son a lo menos insuficientes y deberían resignificarse.
El devenir de la vida es la manifestación de lo dinámico y lo complejo y, es por eso que, conceptos asumidos como rígidos o simples deben también ser puestos en cuestionamiento. El mapa no es el territorio. El dedo que señala la luna no es la luna. El cuadro que representa una pipa no es una pipa. El “yo” al que tan apegados nos sentimos, por el que sufrimos y que queremos a toda costa que continúe de un modo u otro, podría literalmente no existir. Tal vez en el futuro y dada la amplificación de las mediaciones virtuales ello sea patente para todos.
A la luz de nuestra actual concepción de nosotros mismos, esto puede producir vértigo, sin embargo, en un futuro próximo la identidad de los seres humanos podría difuminarse, eliminando los límites autoimpuestos de los “yoes” al punto de experimentar que el “yo” ha desaparecido y ya no existe más, hasta descubrir el carácter virtual de la identidad y de un “yo” único, independiente, cerrado e indivisible. En este contexto, ¿qué desafíos se nos presentan? Estamos cada vez más ante la posibilidad de nuestra propia reinvención, la recreación de la condición humana hasta límites que, tal vez, la hagan irreconocible. Que esta perspectiva atraiga o asuste depende en gran medida de qué noción de la esencia humana tengamos. ¿Qué nos depara el futuro? Dependerá en cierta forma de quien lidere y controle esta evolución tecno-humana. ¿Serán individuos libres o enclaves corporativos dominados por grupos de poder o sistemas de control? El futuro es lo que hagamos con nuestro presente…
Seleccionado por Camila Ubierna de Humanismo y Conectividad, publicado con el título La difuminación de la identidad escrito por Andres Schuschny
Te invito a reflexionar y compartir tus aportes, sensaciones, perspectivas… sobre como imaginás que esta influencia que la tecnología y la conectividad tiene sobre la identidad humana afecta la vida actual, los escenarios futuros, la estructura y los procesos en el mundo del trabajo. Te espero… Gracias!!! Andrés Ubierna