Los cuernos han existido siempre, y las excusas desplegadas por la parte infiel varían muchísimo dependiendo del ingenio de uno y la ingenuidad o estupidez del otro. Pero, como en tantas cosas, los avances tecnológicos están revolucionando también este mundillo, tanto para facilitarlo como para lo contrario. Hagamos un ligero repaso:
Una cosa que nos parecía tan seria como un polígrafo, porque lo veíamos en las películas policiacas y lo asociábamos a juicios y asesinatos, se convierte de pronto en algo al alcance de cualquiera. Primero pasa a ser un espectáculo televisivo donde personajes populares, previo pago, se arriesgan a quedar como un trapo. Pero da un salto más, y en seguida hay quien lo convierte en un negocio. Si temes que tu mujer te engañe, o que tu empleado te robe, puedes acudir a diferentes empresas que prestan ese servicio sin necesidad de que seas Ana Obregón o el chófer de la Jurado. Eso sí, en lugar de cobrar, pagas, y además las tarifas pasan de los 600 euros. Con el inconveniente añadido de que no acabamos de creernos que esa maquinita sea capaz de detectar a un mentiroso. Por algo en las series de televisión nos repiten una y otra vez que la prueba del polígrafo no es admitida en un juicio.
Se multiplican las páginas de internet donde personas deseosas de tener aventuras sin compromiso conocen a otras en sus mismas circunstancias. Las hay más disimuladas, que utilizan el pretexto de la búsqueda de pareja estable o de amistad, para encubrir lo que no es más que un ligoteo descarado. Pero llega un momento en que ¿para qué disimular? Ya existen webs que ponen en contacto a todos aquellos que quieran tener una aventura fuera de su relación estable. La última sobre la que he leído algo se llama romancesecreto.com, y ya lleva el suficiente tiempo de rodaje en Canadá y Estados Unidos como para estar seguro de su éxito. Y además es gratuíta.
Por otro lado, existen páginas para ponérselo difícil a los infieles. Hace algún tiempo un grupo de mujeres norteamericanas crearon una base de datos de infieles, con información sobre sus exparejas, datos personales, fotos y hasta su “modos operandi”. Venganza y solidaridad femenina. La cosa se llama www.dontdatehimgirl.com (No salgas con él, mujer).
Pero he aquí que entra en juego la genética, y hace un par de años se hace pública la noticia de un estudio de una institución tan seria como el Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Instituto Karolinska de Estocolmo que nos informa de que existe un un gen, el alelo 334, que gestiona la vasopresina, una hormona que se reproduce naturalmente, por ejemplo, con los orgasmos, y que en parte sería responsable de que los hombres poseedores de este gen fueran proclives a la infidelidad, con lo que quedarían medianamente disculpados y justificados. ¡Ah, la genética! ¡Quién va a atreverse a ponerla en duda a estas alturas! Claro que las pruebas de ADN, que ahora se hacen con más asiduidad que un empaste en una muela, se han convertido en el gran enemigo de aquellos que van sembrando por ahí niños de los que luego reniegan. Como se puede observar, los recientes adelantos lo mismo ayudan que dificultan la infidelidad.
Ahora bien, la combinación de un marido idiota y la creencia de que la tecnología es capaz de cualquier cosa nos puede llevar a situaciones que cualquiera pensaría que habían dejado de darse hace siglos. Nos reímos pensando en que hace unos pocos siglos cualquier persona, por muy docta que fuera, creía a pies juntillas que un unicornio era un animal real, imposible de atrapar, a menos que se utilizara como cebo una chica virgen que le enseñara un pecho desnudo. Pues bien, sigue habiendo gente tanto o más crédula. Y como prueba, esta historia.
Una norteamericana de 38 años, esposa de un soldado que está destinado en Iraq, se queda embarazada en ausencia de su marido, y en el momento oportuno da a luz un niño mulatito (tanto ella como su marido son blancos). ¿Qué explicación le da al pobre cornudo? Pues que fue con unas amigas a ver una película porno en 3D, y a resultas del inocente pasatiempo se quedó embarazada. Y además asegura que el niño se parece muchísimo a uno de los actores de la película. El marido no acaba de estar convencido del todo, pero tampoco quiere culpar a la esposa porque asegura que “las películas en 3D son muy reales y con la tecnología actual cualquier cosa es posible“.
No sé si me despierta más desazón el preguntarme qué clase de idiotas forman parte del ejército más poderoso del mundo o pensar que, además de esas ridículas gafitas de cartón, tendremos que entrar al cine con un traje de buzo, por si las moscas.
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