Hallé esta quijada en la orilla:
donde escualo y cangrejo, rotos por las rompientes
o aventados a aletear y convertirse en costra,
continúan el comienzo. Son fríos los abismos,
en la oscuridad no aguanta
la camaradería.
Nada toca, sólo atrapa y devora. Y las quijadas,
antes de estar satisfechas, antes que su tensa intención
afloje, son quijadas que bajan,
se despojan mascando. Comen
y acaban y una quijada llega a la orilla.
El triunfo del mar: conchas, vértebras,
pinzas, caparazones, calaveras.
El tiempo en el mar muerde su cola, medra, arroja
lo que no digiere, astillas de intentos
que fracasaron lejos de la superficie. Nada prospera
en el mar. Nunca rió esta quijada curva,
sólo aferró, aferró y ahora es cenotafio.
Traducción de Fruela Fernández