Revista Cultura y Ocio

Ted Hughes: Salmo Tigre

Por Fruela
El tigre mata hambriento. Las ametralladoras
hablan, hablan, hablan en su Acrópolis.
El tigre
mata experto, con mano de anestesia.
Las ametralladoras
discuten en el cielo
donde los números no tienen oídos, donde no hay sangre.
El tigre
mata frugal, estudia bien su mapa.
Las ametralladoras agitan la cabeza,
parlotean estadísticas.
El tigre mata por el rayo:
Dios de su propia salvación.
Las ametralladoras
proclaman el Absoluto, según su morse,
código de golpes y boquetes que fruncen el cejo de los hombres.
El tigre
mata con hermosos colores en su rostro,
como flor pintada en la bandera.
Las ametralladoras
no sienten interés.
Ríen. No sienten interés. Hablan y
sus lenguas arden, azulalma, en halos de ceniza,
perforan la ilusión.
El tigre
mata y cuidadoso
lame entera a su víctima.
Las ametralladoras
dejan costra de sangre colgando de las uñas
en huerto de chatarra.
El tigre
mata
con la fuerza de cinco tigres, mata exaltado.
Las ametralladoras
se permiten risitas. Eliminan el error
con vaivén dialéctico
y el punto es un final que habla.
El tigre
mata como corte de acantilado, hecho tendón con la tierra,
Himalayas bajo el párpado, Ganges bajo el pelaje –
no mata.
No mata. Bendice el tigre con colmillo.
El tigre no mata, abre un sendero
ni de Vida ni de Muerte:
el tigre dentro del tigre:
el Tigre de la Tierra.
   ¡Oh Tigre!¡Hermano de la víbora!
   ¡Bestia en flor!
Traducción de Fruela Fernández

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