Ha pasado mucho tiempo desde mi última entrada, no estoy seguro, pero creo que fueron dos, o quizá tres años. Pasé por una experiencia espantosa, y era curioso, pensé que había durado menos tiempo que el que en verdad había pasado. Esperé por “Teléfono Rojo”, podría llamar a este bastardo como mi nuevo compañero, pero en realidad, nunca antes había tenido uno. Le temo, sin duda alguna, le tengo mucho miedo, pero lo necesito, y él, o ella, (desconozco su sexo, así como muchas otras cosas, pero voy a suponer que es un “Él”, por su tono de voz), me lo hizo saber de la forma más severa. Desperté en una habitación a oscuras, no podía ver nada los primero días, me tomó tiempo acostumbrarme para poder distinguir algo de lo que me rodeaba, más temprano que tarde me di cuenta de que estaba atrapado entre cuatro paredes, no sabía ni siquiera cómo podía haber entrado, no había rastros de una puerta en ningún lado, sólo una pequeña rejilla de ventilación en el techo, por la cual, por el diámetro, era imposible que entrase. Mis pertenencias habían sido arrebatadas, excepto por el teléfono rojo, estaba desnudo, literalmente, no metafóricamente, como hubiera deseado. Mi boca sabía a metal, y me costaba respirar, no entendía que hacía ahí, y eso me preocupaba, por un instante pensé que el gobierno me había capturado, y que planeaba matarme, o torturarme, lo cual era peor para mí. En eso que estoy revisando con ansiedad las paredes, y los rincones que apenas podía distinguir, suena un maldito sonido en mi oreja, era el teléfono, y no tuve que atenderlo.
-Lo siento por la brusquedad de la situación, pero antes de los grandes planes, necesito que te prepares.-Decía Teléfono Rojo, su maldita tranquilidad era lo que más nervioso me ponía.
-¿Qué mierda es este lugar?-Pregunté, se me trababa la mandíbula, y era difícil modular.
-Tómalo como un campo de entrenamiento.
-¿Para qué?
-Pongámoslo de la siguiente manera, todos los seres humanos son máquinas, hay quienes nos asocian más con los animales, lo cual no es incorrecto del todo, ya que ellos también tienen bastante de máquina, aunque máquinas más simples, sin tantas metas, sólo el sobrevivir, y el procrear. Casi como los humanos, excepto por el hecho de que los seres humanos tienen mayor ambición, tratan de realizar mucho más que sus funcionas básicas, y para conseguir ciertas “metas”, tienen que esforzarse mucho.
-¿Eso tiene algún sentido? Dónde está el significado para la metáfora de ser máquinas.
-En que haré todos los cambios necesarios en ti para que cumplas con tu función. Al igual que una máquina, te “crearé” para que cumplas con una función determinada, quizá tendría que decir que te recrearé, o mejor dicho que reciclaré tu ser. Elijé el qué creer, de igual forma te diré cómo tienes que pensar, al igual que una máquina, no tendrás voluntad, sólo un objetivo que te hará útil.-Respondía el muy cabrón.
-¿Sabes? Eres un pedazo de mierda muy divertido, dime, ¿Qué te hace pensar que cederé a esto?
-Sencillo, no tienes opción. Si no eres tú, será otro, y serás sólo un cadáver más tirado en algún parque. Créeme, no eres el primero que está en esta situación, y si no cooperas, tampoco serás el último.
-Chistoso cabrón, dime de qué se trata esto.
-Lo sabrás muy pronto.-Cuelga la llamada. En ese instante percibí un extraño olor que provenía de la rejilla de ventilación, lo reconocí al instante, había sentido ese mismo aroma antes, cuando estaba en el departamento, esperando por Teléfono Rojo. El cabrón me había drogado y secuestrado. ¿Cómo lo hizo? ¿Cuándo? ¿Cómo fue posible que nadie se diera cuenta?, eran las preguntas que atormentaban mi cabeza en los segundos que demoré en caer dormido.
No estoy seguro, en esa habitación oscura no podías darte cuenta de cuándo comenzaba un día y terminaba otro, pero estoy bastante seguro (o eso creo) de que estuve durmiendo por un día entero, al despertar noté vómito a mi lado, era mío, obviamente, no creo que nadie se haya metido sólo para vomitar el suelo, aunque para estas alturas podía esperar cualquier cosa. Mi cuerpo se sentía como una piedra, rígido, y me dolía la cabeza como si mi cráneo fuera dos veces mayor que la carne que lo recubría, sentía que en cualquier momento estallaría. Eso me obligó a pasar mis dedos por mi rostro, fue entonces cuando me di cuenta que algo muy malo estaba pasando. Era todo lo contrario a lo que pensaba, no era mi cráneo el que había crecido, sino la carne que lo cubría. Estaba hinchada, completamente hinchada, era fácilmente dos veces más gruesa de lo que debería serlo, pasé mis manos por mi rostro, en cada movimiento descubría algo nuevo, tenía cortes cerca de la mejilla, y abajo del mentón, y sentía el hilo atravesando mi carne, esa costura de cirujanos, podía sentirla sobre mis cejas, y al costado de mis orejas. Me preocupé por mi visión, temía que me hubieran lastimado los ojos, pero no, estaban bien.
-¡Mi rostro! ¡Mi rostro!-Intenté gritar, pero no pude. Pensé que era el efecto del despertar, después de todo había tartamudeado y se me trababa la boca al hablar hace no mucho, creo. Pero entonces pasé los dedos sobre mis labios… ¡Maldita sea! El bastardo me coció los labios, me salía sangre al intentar hablar, el movimiento de la mandíbula tiraba de los puntos. Pero había algo más, faltaba una sensación, faltaba algo. Mi mirada baja, se posa sobre el vomito… ¡Maldito monstruo! me cortó la lengua.
Lo que había vomitado era sangre, y en ella estaba mi lengua.