El 13 de septiembre de 2008, hace más de doce años (¡madre mía!, no imaginé que fueran tantos) escribí mi primera entrada en este blog. Y miren ustedes lo que son las cosas, hablaba de la crisis de los cayucos que en esos momentos llegaban a nuestras costas y del desconocimiento que existía sobre el continente africano. Doce años después estamos en un punto parecido (habrán pasado los años pero hemos aprendido cero al respecto).
Este blog, ideado por cuatro apasionados del periodismo que buscábamos un espacio para escribir sin censura, sin presión y sin líneas marcadas, ha dado grandes momentos y grandes entradas (no voy a nombrar a los autores pero basta que hagan ustedes un recorrido por su historia para que den con muchas de ellas). Siempreenmedio ha agrupado a lo largo de su historia a personas con perfiles muy distintos, algunas de ellas ni siquiera nos conocemos en persona, pero cada una ha aportado una visión del mundo personal y enriquecedora, y no puedo sino agradecer que me hayan mostrado esas otras ópticas.
Fue un proyecto ilusionante en un momento periodístico difícil (¿cuándo no?) que, al menos en mi caso, sirvió en muchas ocasiones de terapia y en otras tantas de desahogo (o de ambas a la vez). Ha sido, en la mayor parte de las ocasiones, muy satisfactorio contar con este espacio para dar rienda suelta al mono de escribir que se acrecentó cuando me desvinculé de la profesión.
Pero todo tiene su fin y creo que el cierre de este 2020 es el momento idóneo para mi última colaboración periódica con Siempreenmedio (igual me permito alguna que otra incursión puntual, si a mis compañeros les parece bien). La insoportable levedad del ser que tan bien explicó Kundera se ha puesto de manifiesto a lo bestia desde marzo y probablemente a todos nos ha hecho reflexionar y tomar decisiones que, en otras circunstancias, no hubiésemos tomado. En mi caso cerrar este capítulo es una de esas decisiones.
No puedo mas que agradecer a Leo, a Marta y a Eva la oportunidad que me dieron de participar en esta iniciativa, ha sido, por encima de todo, curativa para el alma, y eso es impagable. Les dejo en buena compañía, sin duda. Vale la pena que sigan asomándose a este blog para aprender, disfrutar o incluso cabrearse y estar en desacuerdo. Yo, desde luego, lo seguiré haciendo.