Temprano por la mañana.

      Esta mañana me he despertado antes de lo que me hubiera gustado. Pero, al levantarme e ir a la cocina a preparar el desayuno, me he alegrado de haber madrugado. La luz en la casa era distinta a otros días, o eso me ha parecido. Quizá todavía, quizá no, todavía me duraba la borrachera causada anoche por la película (no penséis mal) Anna Karenina. Se trataba de la versión de 2012 del director Joe Wright, y guión de Tom Stoppard. 

       En la carátula la definen como "Una fiesta para los sentidos", y desde luego lo es.La vista no puede recrearse más, con una puesta en escena espectacular y original a más no poder. Una fotografía maravillosa, que parece pintura en movimiento. El vestuario fantástico.Y un baile...pura plasticidad.
      El oído tampoco se puede quejar. Una música que te enternece , entristece y serena de una forma mágica.Te deja, o por lo menos a mí me dejó, sentada sin poder moverme escuchando hasta el final , como hechizada, y os aseguro que me sentía flotar. Lo que decía: borracha.Y el tren...el sonido del tren.
       El tacto.Sí, el tacto. Y no es que me pusiera a tocar la tele como una boba, no. Casi puedes tocar la tela de los vestidos, sentir la presión del corsé, el roce de la estructura del cancán. Sientes el frío de la nieve, el vaho; la caricia de la brisa sobre las mieses o las flores. Y los besos...
       Pero no sólo es una fiesta para los sentidos, también una fiesta para las emociones y sentimientos. La pasión, los celos,el amor.Tanto y diferente tipo de amor. El verdadero e incondicional Amor. La pasión y los celos que la actriz principal , Keira Knightley ,interpreta hasta hacernos temblar y enloquecer con ella. El dolor...

       La sociedad hipócrita y frívola de la ciudad rusa de finales del siglo XIX en contra posición a la campesina, sencilla y más auténtica.La familia. La posición de la mujer frente a la del hombre.La diferencia de clases. Los cambios que comienzan.Todo queda reflejado en esta espléndida película.
      
       No me extraña que, al levantarme esta mañana, todavía estuviera bajo el influjo de Anna Karenina, y haya visto mi casa envuelta en una luz especial. 
(Aunque también era muy temprano)