“Unfinished Sympathy”, un canto a la vida
Fotolia presenta a Düne & Sosoa, los artistas especiales que cerrarán la segunda temporada de la Colección TEN con su obra “Unfinished Sympathy”.
Video: Making of
Imágenes: Making of
és, un ataque sin misericordia al buen gusto convencional, a las
intenciones más o menos bondadosas y a la omnipotencia del mercado. La novela
fue finalista del Premio Herralde de Novela.
«El discurso de este
precoz antihéroe es un monólogo atropellado, impulsivo, lleno de furia y
desasosiego» (Juan Marín, El País).
«El libro se lee y
estremece» (Rafael Conte, ABC).
Ficha del libro
...
tu abuelo dice por qué lees tantos libros y tú dices no lo sé tu abuelo dice no
todo se aprende en los libros y tú piensas al menos se aprenden frases más
originales y dices eso espero tu abuelo dice qué quieres hacer y tú dices
quiero seguir estudiando él dice no tenemos dinero y tú dices lo sé pido beca y
él dice haz lo que te dé la gana ya tienes dieciocho puedes hacer lo que
quieras y tú dices quiero seguir estudiando y él dice todos a estudiar y que
trabaje Dios y tú piensas que se joda Dios y dices así son las cosas ahora
abuelo entra la abuela pone la mesa enciende el televisor y se queda mirando
por la ventana llueve silencio se ve un mar tu abuelo come y mira la tele y
empieza a gruñir y a ponerse rojo rojo más rojo tu abuela se vuelve y lo mira
la televisión emite sonidos que no entiendes tu abuelo tampoco los entiende tu
abuela tampoco los entiende sin embargo a ti te gustan los sonidos que emite la
tele y que no entiendes rojo rojo rojo rojo muy rojo se está poniendo tu abuelo
y ella lo mira y no le preocupa no entender lo que dice la tele le preocupa que
tu abuelo se muera por lo que dice la tele tu abuelo arde se levanta y dispara
fuego y horror pero la tele no se calla sino que sigue diciendo cosas que tu
abuelo no puede no podrá no ha podido nunca entender y le sigue disparando con
la escopeta de caza que aunque sólo tiene dos cartuchos nunca se calla tú
escuchas la tele y escuchas los disparos y prefieres la tele a los disparos y
prefieres la tele a los disparos y prefieres la tele a los disparos y tu abuelo
sigue disparando y gritando con los ojos llenos de muerte y tú prefieres la
tele a los disparos y tú prefieres la tele a los disparos él grita catalanes
cómo los odio y dispara y tú prefieres la tele a los catalanes cómo los odio
disparos disparos prefieres la tele cómo los odio en Miquel en Miquel cómo los
odio... No consigues alcanzar el interruptor de la luz. Te duele la espalda de
estirarte. Palpas la pared y sólo encuentras rugosidades inciertas. Empiezas a
pensar que alguien ha escondido la llave de tu sol privado. Estás con las
neuronas al ralentí y cualquier cosa te parece factible. Desistes, piensas: no
hay luz, te desplomas sobre la cama. Estás incómodo, muy incómodo. Te duele la
cabeza. La sientes llena de agua. Cada movimiento que haces subvierte tus
circunvoluciones y ya no sabes si tu cuerpo permanece horizontal, oblicuo o
paralelo a la nada. De modo que decides estarte quieto hasta que las aguas se
calmen para, a continuación, buscar un motivo que te saque de la cama. Tu cuarto
es una pecera oscura, redonda y pequeña. Tu cuarto no está lleno de aire, está
lleno de perfume barato. Y es ese perfume el que tiñe de gris las paredes,
devora el oxígeno, atomiza la luz y se cuela en tu cerebro segundo a segundo, a
través de tus poros y tus ansias, para hacer que tus ideas hiedan y tus
conceptos se flagelen y tu sentimiento de culpa se entregue al onanismo
infinito. Creías habitar un cuarto y es el cuarto el que te habita a ti. Creías
ser fuerte, muy fuerte; creías tenerlo todo controlado, pero no puedes evitar
que los caballos se desboquen cada noche y te pisoteen hasta hacerte llorar. Te
sientes como un Laocoonte en esta cama. Parece que algo te tira de los brazos y
de las piernas y se te enrosca en el cuello. Piensas en moverte pero no lo
haces para no confirmar tus peores presentimientos. Prefieres no moverte a no
poder moverte. Y piensas: pero algún día tendré que moverme. Y piensas: ¿algún
día tendré que moverme? Se te ocurre que podrías emular a Onetti y no volver a
pisar el suelo nunca más. Serías como una nube o un logaritmo, siempre etéreo,
nunca pedestre. y tú prefieres la tele a los disparos él grita catalanes cómo
los odio y dispara y tú prefieres la tele a los catalanes cómo los odio
disparos disparos prefieres la tele cómo los odio en Miquel en Miquel cómo los
odio... No consigues alcanzar el interruptor de la luz. Te duele la espalda de
estirarte. Palpas la pared y s