Revista Cine

Tenemos que Hablar de Kevin

Publicado el 25 enero 2012 por Diezmartinez
Tenemos que Hablar de Kevin
Rojo es el color. Roja es la ola humana en la que vemos entregada al inicio, en top-shot, a Eva Khatchadourian (Tilda Swinton, injustamente ninguneada en las nominaciones al Oscar 2012) en el festival valenciano de La Tomatina; rojas son las warholianas sopas enlatadas que se encuentran a la espalda de Eva, quien se esconde de las penetrantes miradas acusadoras y las pequeñas acciones mezquinas de alguna mujer en un supermercado; roja es la pintura que estoicamente, sin chistar, sin quejarse, quita laboriosamente de la fachada de su casa o del parabrisas del auto una mañana sí y otra, acaso, también; rojas son las luces de las patrullas y las ambulancias que llegaron en ese día nefasto a cierta preparatoria a recoger varios muertos; roja es la hora que el reloj despertador parpadea una y otra vez en los sueños/insomnios de Eva; roja es la mermelada, ¿único alimento que le gusta al andrógino adolescente Kevin (impresionante Ezra Miller)? Y rojo, claro está, es el color, de la sangre.El leit-motif visual de Tenemos que Hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, EU-GB, 2011), tercer largometraje de la desconocida en México Lynne Ramsay (Ratcatcher/1999, Morvern Callar/2002), es lo único obvio de una cinta ambigua, inquietante, dificil de ver. Basada en el libro homónimo de Lionel Shriver, he aquí el relato hiper-fragmentado de la relación que tiene la exitosa autora de guías de viaje Eva Khatchadourian con el Kevin del título, ese hijo que no la dejaba ni pensar con sus berridos cuando era bebé, que le hacía la vida imposible cuando estaba en pre-escolar al negarse a ir al baño y que, ahora, la ha convertido en una paria social después de que, en plena adolescencia y para "festejar" su cumpleaños, asesinara a varios de sus compañeros de la preparatoria.En la adaptación fílmica, la cineasta -y su coguionista Rory Stewart Kinnear- ha hecho un cambio significativo con respecto al libro. Mientras en la irritante -y a ratos, perversamente divertida- novela de Shriver conocemos todos los acontecimientos a través de la propia voz narrativa de Eva, quien le escribe largas cartas/confesiones terapéuticas a su marido Franklin, en la película no tenemos ninguna voz en off que nos informa ni nos dirija. La estructura retrospectiva, cierto, es claramente subjetiva pero también caprichosa, impresionista: tienen que pasar varios minutos para que el espectador empiece a colocar las piezas del rompecabezas.De cualquier manera, lo dificil del filme no está en su estructura narrativa, sino en su ambigüedad, mucho más provocadora aquí que en el libro. ¿De dónde surge la maldad de Kevin? ¿De un rechazo a ser madre tan profundo que ni en el parto Eva lo podía ocultar ("Deje de resistirse", le dice la ginecóloga a una Eva que no quiere parir)? ¿De ese lado oscuro que la propia Eva cría y alimenta en Kevin, su clarísimo alter-ego físico y acaso moral? Al negarse a brindarnos la voz en off de Eva, Ramsay nos obliga a ver desde afuera esa enfermiza relación madre/hijo y a que nosotros, como espectadores, sustituyamos con nuestras propias teorías la intencionada opacidad psicológica en el trazo de los personajes. ¿Por qué sucede lo que sucede? No lo sabemos y, de todas formas, ¿lo podríamos saber? Como dice el propio Kevin en cierta escena clave, "no hay punto: ese es el punto de todo".Ramsay nos muestra el anguloso rostro de Swinton en encuadres cerrados y, la mayor parte del tiempo, solitarios. No podía ser de otra manera: Eva está sola, cargando con la culpa de lo que hizo su hijo. No huye porque no puede huir de sí misma; no se esconde porque sabe que tiene que verse en el espejo cada mañana. Con todo y el abrazo ¿conciliador?, ¿cómplice?, del final -que no desenlace-, Eva sabe muy bien que su condena no ha terminado ni terminará nunca. Un filme aterrador. Y más con esa insidiosa banda sonora, con ese conmovedor gospel de Washington Phillips, con ese inolvidable country de Lonnie Donegan, con esa encantadora cursilería de Buddy Holly: "¿Love like yours will surely come my way?". No hay derecho. Ramsay no tiene mamá.

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