Existe el cine de terror y existen las películas que no necesitan de sustos o seres de otro mundo para resultar escalofriantes hasta el punto de quitar el sueño. 'Tenemos que hablar de Kevin' es una de ellas. Este drama británico, dirigido por una acertada Lynne Ramsay -Premio del Cine Europeo a la mejor dirección-, cuenta la que debe de ser la mayor pesadilla de cualquier madre: que su hijo sea la viva encarnación del mal. No hablo de posesiones o espíritus malignos, sino de una maldad mucho más de este mundo. Y el hecho de que intuyamos a dónde conduce esa maldad en la película convierte su visionado en una experiencia aún más inquietante.
La familia de Kevin
'Tenemos que hablar de Kevin' (We need to talk about Kevin). 2011. Reino Unido, Estados Unidos.
Dirección: Lynne Ramsay
Guión: Lynne Ramsay y Rory Kinnear, a partir de la novela de Lionel Shriver.
Reparto: Tilda Swinton, John C. Reilly, Ezra Miller, Jasper Newell, Rock Duer y Ashley Gerasimovich.
Eva (Tilda Swinton) deja a un lado su carrera y sus ambiciones para dar a luz a Kevin. La relación entre madre e hijo es difícil desde los primeros años. Cuando Kevin cumple 15 años hace algo irracional e imperdonable y Eva lucha con sus propios sentimientos de dolor y responsabilidad.
'Tenemos que hablar de Kevin' lleva sonando mucho tiempo en festivales, entregas de premios y webs de cine. La razón principal de ese éxito se llama Tilda Swinton, la actriz que interpreta a la atormentada madre de Kevin y que, con este papel, se ha granjeado excelentes críticas y a puntito ha estado de optar al Óscar.
Swinton logra transmitir con su parquedad gestual la amargura y desesperación de una madre que intuye que su hijo no es normal, y que, pese a todo su empeño, no consigue entablar con él una relación ni siquiera cordial.
Sin embargo, a pesar del buen trabajo de Swinton, a mí quien más me ha impactado ha sido Kevin y, con él, cada uno de los tres actores que le dan vida. Desde su infancia hasta la adolescencia, todas las miradas y reacciones de Kevin atemorizan, y es ahí donde el espectador empatiza con el personaje de Tilda Swinton y siente su impotencia.
Ezra Miller y Tilda Swinton, hijo y madre
Porque, como bien pone de manifiesto la excelente realización de Lynne Ramsay, algo terrible se avecina, y parece que nada ni nadie podrá evitarlo.
La amenaza y el agobio que produce se sienten desde la primerísima escena, con ese turbador retrato de la Tomatina de Buñol. A partir de ahí, se suceden los saltos en el tiempos y los planos inquietantes, mientras que la clave del argumento permanece escondida. Pero en cuanto Kevin sale a la luz, el espectador comprende enseguida de qué va la película y es entonces cuando comienzan los escalofríos.
Tilda Swinton y John C. Reilly
La dirección de Lynne Ramsay peca en ocasiones de excesivamente poética y experimental -lo que puede ahuyentar a más de uno-, pero su obsesión por mantener el foco en las sensaciones obtiene el resultado deseado: el impacto. El realismo de ciertos planos, la sugestión en otros, la cuidada composición de la mayoría... todo contribuye a hacer de 'Tenemos que hablar de Kevin' una película escalofriante.
Nota: 7 / 10 Para recordar:
- El inquietante aspecto de Kevin en todas sus versiones (niño y adolescente).
- Que, aun intuyendo qué fue lo que hizo Kevin, la revelación logre impactarnos.
Para olvidar:
- Un ritmo inicial muy lento que puede ahuyentar a algún espectador.
- La obsesión de Lynne Ramsay por el color rojo pierde el simbolismo porque resulta demasiado evidente.