El dicho tener mas orgullo que Don Rodrigo en la Horca se utilizaba para indicar la entereza, soberbia y actitud orgullosa que sigue manteniendo aquella persona que está atravesando por un momento difícil y adverso.
El origen del dicho tener mas orgullo que Don Rodrigo en la horca
Rodrigo Calderón nació en Amberes alrededor de 1570, hijo natural del capitán de los Tercios de Flandes Francisco Calderón y de una noble alemana de origen español llamada María de Aranda.
Tras la muerte de la madre, cuando contaba unos 5 años, se traslada con su padre a España, donde éste contrae nuevas nupcias, y Rodrigo entra como paje del Vicecanciller de Aragón.
Seguidamente pasa a formar parte como paje al servicio del duque de Lerma, primer ministro y valido de Felipe III. Poco a poco fue ganando la confianza del duque y ocupando puestos de mayor importancia, como Ayuda de cámara del rey y, posteriormente, Secretario de la misma Cámara.
Lerma presentó a su protegido a una noble extremeña, doña Inés de Vargas Carvajal, Señora de la Oliva, con quien se casó en marzo de 1601 y con la que tuvo cinco hijos. Felipe III regaló a Rodrigo por su matrimonio la Encomienda de Ocaña y el hábito de Santiago.
Rodrigo Calderón de Aranda fue un político y militar español al servicio de Felipe III, quien le recompensó con los títulos de I conde de la Oliva de Plasencia (1612) y I marqués de Siete Iglesias (1614) y valido o favorito del duque de Lerma.
Desempeñó los cargos de:
Comendador de Ocaña en la Orden de Santiago, capitán de la guardia alemana de Felipe III, alguacil mayor de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, regidor perpetuo y correo mayor de la ciudad de Valladolid, secretario de Cámara de Felipe III, privado del duque de Lerma y embajador en Flandes.
Cuentan que don Rodrigo Calderón de Aranda, marqués de Siete Iglesias entre otros títulos, fue protegido del rey Felipe III, pero cuando accedió al trono Felipe IV y al obtener la preferencia de éste el conde-duque de Olivares, don Rodrigo cayó en desgracia.
Rodrigo Calderón fue conocido por su inagotable ambición. Fue recompensado en multitud de ocasiones con títulos nobiliarios. Junto al conde-duque se alió el hijo de duque de Lerma, el duque de Uceda, y el confesor del Rey Luis de Aliaga.
Su ambición llegó a tal punto que hasta se cuenta que renegó de su propio padre, simple capitán de los Tercios, e inventó una historia en la que se proclamaba hijo del mismo duque de Alba, fruto de la relación que mantuvo en Flandes con su madre.
Este intento por defender la hidalguía de Rodrigo se recoge en la novela ‘La pícara Justina’ (Medina del Campo, 1605) que se atribuye a Francisco López de Úbeda, médico y amigo de Rodrigo a quien dedica el libro.
Rodrigo se instala en Valladolid, pudiendo haberse salvado de su inmediata detención si hubiese hecho caso a los vaticinios de una monja del monasterio de Porta Coeli (convento del que fue gran protector), que le aconsejó que era mejor que se mantuviese quieto y esperase la sentencia de la justicia.
La lucha entre ambos bandos fue realmente sanguinaria, mezclando lo político con lo personal. Al coronar a Felipe IV, encerraron a Don Rodrigo 32 meses. Fue acusado de cuatro muertes y 244 abusos de poder.
En un auto del 7 de enero de 1620 se le atribuía:
- Haber matado a Francisco Xuara, un músico que tenía intenciones con su esposa, y haber obtenido ilegalmente una cédula exculpatoria del Rey;
- Dado muerte a un alguacil de la Corte;
- Matar a otros dos servidores del duque de Lerma;
- Haber inducido a un médico para que envenenara a la reina doña Margarita de Austria
- Lanzar «hechizos» para ganarse las simpatías del rey.
Al morir la esposa del rey, en 1611, durante el parto de su octavo hijo se creyó que Rodrigo Calderón había utilizado la ‘brujería’ para provocarle la muerte.
Fue apresado en 1619 y acusado de complot, corrupción y de estar detrás de algunos asesinatos.
Comienza en febrero de 1619 su encarcelamiento en el castillo de la Mota, en Medina del Campo y posteriormente en Montánchez (Cáceres), luego en Santorcaz (Madrid) y finalmente en la capital madrileña.
Se le sometió a la tortura del potro para que «confesara»:
- En un primer interrogatorio le tendieron sobre el potro y le estiraron los brazos hasta descoyuntárselos.
- En el segundo le ataron los muslos impidiendo la circulación de la sangre con un terrible sufrimiento.
- En el tercero, sobre el potro, también, le echaron a través de un embudo varios jarros de agua por la boca.
Don Rodrigo, solo confesó haber ordenado matar al músico. Del resto solo dijo que eran calumnias. Fue protegido del rey Felipe III y eso hizo que se mantuviera con vida en presidio.
La clemencia y el perdón real que anhelaba por parte del monarca Felipe III nunca llegó, pues el monarca falleció en marzo de ese mismo año, lo que parece ser que hizo exclamar a Rodrigo:
‘El rey es muerto, yo soy muerto también’.
En cuanto falleció Felipe III, en 1621, una de las primeras medidas tomadas por Felipe IV fue ejecutar a Rodrigo.
Condenado a morir decapitado que no ahorcado al ser noble, don Rodrigo recibió la noticia con impresionante entereza y así subió al cadalso en la plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621, mientras la concurrencia se manifestaba con rumores y, sobre todo, con admiración.
Con gran entereza y orgullo, subió al cadalso con ayuda del cura que le había confesado. Saludó y besó al verdugo al que llegó a decir:
«Cumple con tu obligación».
Este le pidió perdón por lo que iba a hacer y se dispuso a cortarle el cuello:
«¡No!», gritó al verdugo. «Por ahí no. Soy noble y tengo derecho a que me degüelles por delante, no por detrás», le dijo.
Alzó la cabeza y el frío metal bañó el patíbulo de sangre. Algunas leyendas dicen que en ese mismo instante gritó el nombre de Jesucristo. El silencio, se hizo en la Plaza Mayor, y el orgullo del marques de Siete Iglesias quedó para siempre en la memoria de los madrileños.
Esta arrogante actitud dio origen al dicho tener más orgullo que don Rodrigo en la horca con el que usualmente se pondera la actitud de quien, incluso en las circunstancias más adversas, mantiene inquebrantable su orgullo.
Calderón fue coleccionista de arte
Donó numerosos cuadros al convento de Porta Coeli de Valladolid, que él mismo había financiado. Durante su estancia en Flandes, donde ejerció de embajador, compró una importante colección de cuadros de arte flamenco, especialmente de Rubens al que conoció en Valladolid en 1603, entre los que destaca:
La Adoración de los Reyes Magos, pero también de Jan Brueghel de Velours, Otto van Veen o Pieter van Avont. Muchos de los cuales figuran hoy en el Museo del Prado. Además compró tapices, joyas, mobiliario. armas, caballos y consiguió toda clase de riquezas.
Don Rodrigo en la literatura
El conde de Villamediana, en una de sus sátiras expresa su indignación ante el éxito social de alguien que salió de la nada y alcanzó altas cimas de poder:
Que venga hoy un triste paje
a alcanzar la señoría
y a tener más en un día
que en mil años su linaje,
bien será señor se ataje;
que es grandísima insolencia
que venga a ser excelencia
un bergante, ¡gran locura!,
si su majestad lo apura,
tendrás, Calderón, pendencia.
Poema de Francisco de Quevedo y Villegas “En la muerte de don Rodrigo Calderón”:
Tu vida fue invidiada de los ruines,
tu muerte de los buenos fue invidiada;
dejaste la desdicha acreditada,
y empezaste tu dicha de tus fines.
Del metal ronco fabricó clarines
fama, entre los pregones disfrazada,
y vida eterna, y muerte desdichada
en un vilo tuvieron los confines.
Nunca vio tu persona tan gallarda
con tu guarda la plaza, como el día
que por tu muerte su alabanza aguarda.
Mejor guarda escogió tu valentía,
pues que hizo tu ángel con su guarda
en la gloria lugar a tu agonía.
Poema de Luis de Góngora y Argote “En la muerte de don Rodrigo Calderón”:
Sella el tronco sangriento, no lo oprime,
de aquel dichosamente desdichado,
que de las inconstancias de su hado
esta pizarra apenas le redime;
Piedad común, en vez de la sublime
urna que el escarmiento le ha negado,
padrón le erige en bronce imaginado,
que en vano el tiempo las memorias lime.
Risueño con él, tanto como falso,
el tiempo, cuatro lustros en la risa,
el cuchillo quizá envainaba agudo.
Del sitial después al cadahalso
precipitado, ¡oh cuánto nos avisa!,
¡oh cuánta trompa es su ejemplo mudo!
Poema del conde de Villamediana “Al mismo Rodrigo Calderón”:
Aquí de un hombre el poder,
yace mejorado en suerte;
perdió el ser y fue su muerte
tal que cobró mayor ser.
Caminante, ¿Dónde vas?
No estén de tu nombre ajenos:
si fue más para ser menos,
fue menos para ser más.
Hoy de fortuna el desdén
dio aquí una muerte inmortal
a quien el bien hizo mal
y a quien el mal hizo bien.
La vida y muerte de Rodrigo Calderón inspiró sendas obras teatrales en el siglo XIX, en clave de dramas históricos, como:
Don Rodrigo Calderón o la caída de un ministro (1841) de Ramón de Navarrete y Landa o Un hombre de Estado (1851) de Adelardo López de Ayala.
El interés por su biografía alcanza fechas recientes del siglo XX y aún del XXI, como protagonista de dos novelas históricas Don Rodrigo Calderón:
- Entre el poder y la tragedia (1997) de Federico Carrascal, con una cierta condescendencia a su figura como víctima de las circunstancias que le tocó vivir
- Del sitial al cadalso: crónica de un crimen de estado en la España de Felipe IV (2003) de Manuel Vargas-Zúñiga, donde Rodrigo aparece como víctima de una conspiración dirigida y protagonizada por Olivares.
Muy reciente La sombra del valido (2009) de Santiago Martínez Hernández.
Don Rodrigo Calderón contaba entre sus títulos:
- Marqués de Siete Iglesias y conde de la Oliva de Plasencia
- Señor de las villas de Plasenzuela, Rueda, Zofraga y Siete Iglesias
- Continuo de los Reyes de Aragón
- Caballero del hábito de Santiago
- Comendador mayor de Montalbán y de Ocaña
- Capitán de la Guardia Alemana de Su Majestad, embajador de Francia y Flandes
- Secretario del Despacho Universal y secretario de la cámara del Rey
- Regidor perpetuo, archivero mayor y correo mayor de la ciudad de Valladolid
- Regidor de la Ciudad de Soria con voz y voto
- Alguacil mayor de la Real Chancillería de Valladolid, patrono del Convento de Porta Coeli de Valladolid y de la Capilla del Convento de Nuestra Señora de los Remedios de la Orden de la Merced en la Corte, etc…
Años después de su muerte, las monjas de Porta Coeli en Valladolid, convento del que fue patrón don Rodrigo, pidieron el traslado del cuerpo, y allí se conserva momificado e incorrupto.
El escritor navarro José María Iribarren, en El porqué de los dichos (1955), comenta a propósito de esta expresión que alude a la serenidad y a la entereza de la que dio muestras en el patíbulo Rodrigo Calderón, que anteriormente ya existía en castellano el refrán ‘Tiene más fantasía que Rodrigo en la horca’, según da noticia el erudito Julio Monreal.
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