Hace poco una amiga me paso un artículo publicado en el Huffington Post titulado 'Somos la generación que no quiere relaciones'. Mientras lo leía, yo no paraba de pensar "yo quiero lo contrario, pero… alguien más también?"
Y el caso es que yo quiero compartir un café el domingo, pero no en instagram, en casa. Quiero un buenos días cada mañana, pero no por whatsapp, sino entre las sábanas.
Quiero un beso, pero no un emoticono con cara amarilla y redonda al que le sale un corazón de los morros y que además en la época en que estamos se lo mandan a cualquiera.
Quiero un te quiero, pero no un 'tq'. Quiero mil fotos, pero con una polaroid para poder pegarlas en mi álbum. Quiero 'un abrazo tan fuerte que me rompa todos los miedos', pero no quiero ese post en facebook y los abrazos en letras, sino dos brazos que me rodeen y me aprieten de verdad. Quiero un brunch, pero ni mucho menos uno de foto con filtro.
De hecho, quiero un brunch que no se pueda poner en las redes porque lo hayamos hecho en ropa interior, despeinados y con platos de distintos colores. Quiero que nos riamos tanto que nos olvidemos del mundo.
Quiero irme de vacaciones, pero de las de verdad, de las que apagas todo menos la luz para hacer el amor por la noche. Quiero mirarnos a los ojos y que no nos dé miedo. Quiero ser vulnerable y empaparme de todo y que cuanto más me salpique la vida, mejor.
Quiero arriesgarme a confiar y equivocarme. O acertar. Eso da igual.
Lo que importa es que quiero.
Quiero que me sorprendan con un beso en el cuello sin que me dé cuenta, que me cuiden, que me vean en mi peor momento y quieran mirar y yo que me miren. Quiero verte entre una multitud y que seamos capaces de vernos sólo nosotros y de tenernos ganas y no poder aguantar, de besarnos como si fuera la última vez, o la primera, con esa pasión que nos hace diferentes.
No me dan miedo las etiquetas, igual que no me da miedo pronunciar mi nombre o leer una definición. Lo que me da miedo es no saber dónde estoy.
Me dan miedo las relaciones a medias, los compromisos sin comprometerse, las conversaciones con filtro, las barreras emocionales, los whatsapps, los te quiero con medida, las palabras que se callan, las miradas que no hablan.
Me da pánico despertarme al lado de alguien a quien no conozco, alguien que no sea vulnerable, que tenga muros que no quiera derribar y una imagen que quiera aparentar.
No, no soy una antigua que cree que el compromiso es una boda por la iglesia y un 'y vivieron felices y comieron perdices'. No, el compromiso es mirar a la otra persona a los ojos y no tener nada que esconder, pero no porque no lo haya, sino porque no lo quieras.
El compromiso es que cuando mires tu reflejo en esos ojos, veas la mejor versión de tí. Es que si te dieran a elegir qué llevarte a una isla desierta, no lo pensaras ni un segundo.
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