Es curiosa la metamorfosis sufrida por el Sr. Agüera en relación a este caso. Hace apenas unos meses, salía avergonzado del Juzgado tapándose la cara y ahora saca pecho delante de los periodistas. Del asunto Serafines voy a seguir manteniendo un prudencial silencio, como he hecho hasta hoy (ni siquiera en campaña electoral utilicé la abundante documentación que obra en poder del Juez), confiando en que la justicia llegará hasta donde tenga que llegar. Como Abogado, la ley me ofrece el camino de los recursos contra las resoluciones judiciales que considero equivocadas y para eso está la segunda instancia, para revisar las decisiones de la primera. De esta forma, tras mi recurso, tendrá que ser la Audiencia Provincial de Alicante la que se pronuncie sobre el archivo de la causa.
Sin embargo, si que voy a comentar un dato curioso que venía con la noticia de Información, que decía: "Agüera también lamentó el perjuicio que este proceso ha causado a su imagen personal". Desconocía que le afectase tanto al Sr. Agüera lo relativo a su imagen (en especial, la personal). Bueno, para ser sincero, desconocía que hubiese algo que pudiese afectar al Sr. Agüera. Posiblemente, el Sr. Agüera tendría que haber pensado en el daño que iba a causar a su imagen antes de decidir, por ejemplo:
- Pagar un buen puñado de facturas en contra del criterio, escrito y firmado, del Interventor Municipal, que le advirtió de que las cuentas de Serafines no estaban claras.
- Pactar con el adjudicatario de la masía de propiedad municipal unas condiciones distintas a las que venían en el pliego de la adjudicación.
- Consentir que se hiciesen unas obras sin licencia, sin proyecto y sin estudio de seguridad y salud.
- No pedir autorización al Parque de la Font Roja antes de hacer obras en el edificio.
- Permitir que el negocio funcionase sin licencia municipal de actividad.
- Hacer la vista gorda cuando la brigada municipal estuvo ejecutando unas obras que tendría que haber ejecutado el adjudicatario del contrato de arrendamiento.
- Pagar facturas por materiales supuestamente utilizados en aquellas obras, sabiendo que no era cierto.
Pese a todo, el Sr. Agüera tiene suerte. Pertenece a un partido político donde priman ese tipo de valores, caldo de cultivo de corruptos, donde la imagen se gana pisoteando a los débiles, que antepone los intereses de los mercados a los de los ciudadanos, o que es capaz de legislar en 100 días lo suficiente como para atrasar 30 años el reloj de las conquistas sociales. Al Sr. Agüera le queda todavía mucha carrera política ... o a lo mejor no tanta.
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