Como ya compartí por aquí en su día, en septiembre tuve la oportunidad de completar el Master Trainer Certification Program para el Nivel 3 de la formación GTD® oficial, de la mano de David Allen y de una docena de colegas Master Trainers de todo el mundo.
El Nivel 3 aborda la parte de GTD® que tiene que ver con la perspectiva, una gran desconocida para la mayoría de las personas, incluso para muchas de las que llevan años aplicando la metodología.
La perspectiva guarda relación con el grado de claridad a la hora de elegir con confianza qué hacer y qué no hacer en cada momento. Si alguna vez has tenido la sensación de «no sé qué hacer ahora» o «no sé por dónde empezar», ya conoces qué es la falta de perspectiva.
Volviendo al programa de certificación, la puesta en común del conocimiento y experiencia de una docena de Master Trainers, procedentes de distintas culturas y con distintas trayectorias y situaciones en el camino para dominar GTD®, y la interacción con David Allen, son sin duda un caldo de cultivo rico para que se produzca la magia que me permitió disfrutar particularmente de la ocasión, gracias a la profundidad y calidad de las reflexiones que surgieron y se compartieron.
Una de las reflexiones que más me llamó la atención, y que capturé, fue del propio David Allen, que como respuesta a la pregunta que se le planteó de «¿qué significa exactamente tener perspectiva?» respondió: «Having perspective means always asking yourself why».
Antes de continuar, un matiz importante. En español, «por qué» alude a la causa, mientras que «para qué» alude al efecto. Por eso, en coaching, la pregunta «por qué» sobre un tema incómodo o delicado suele dar lugar a actitudes defensivas o justificativas, mientras que la pregunta «para qué» resulta más neutra y no da lugar a estas reacciones.
En inglés, por el contrario, la causa y el efecto pueden aparecer unidas. La frase «having perspective means always asking yourself why» puede traducirse como «tener perspectiva es preguntarte siempre por qué», y también como ««tener perspectiva es preguntarte siempre para qué».
En este caso, escuchando la posterior explicación de Allen, me quedó claro que tenía que ver con el «para qué», también conocido como «propósito».
Y aquí llegamos a un punto interesante: ¿para qué hay que preguntarse siempre para qué?
La esencia de la efectividad tiene que ver con hacer cosas con sentido, como ya explicaba en el post «La ejecución sin propósito es falsa efectividad».
Por eso, si realmente aspiras a ser una persona efectiva, desarrollar el hábito de preguntarte sistemáticamente para qué haces lo que haces, es un requisito indispensable.
Sin embargo, desde un punto de vista práctico, operativo, preguntarte sistemáticamente de manera consciente para qué haces lo que haces es, por una parte, absurdo, y por otra parte, poco realista.
El motivo de mi afirmación es que preguntarte para qué haces algo es un proceso gestionado por el Sistema 2 (Kahneman) y por tanto consume energía. Además, pensar cada vez que vas a hacer algo, para qué lo haces, contradice el principio productivo básico de «separar en el tiempo pensar y decidir de hacer».
Precisamente por esto existe la parte de perspectiva en GTD®. La idea es dedicar proactiva y regularmente un tiempo a pensar y a decidir qué tiene sentido para nosotros, y qué resultados alineados con ese sentido queremos conseguir en las distintas áreas de nuestra vida.
La ventaja de desarrollar estos hábitos proactivos es que da lugar a una intuición bien informada, lo cual nos va a permitir preguntarnos para qué hacemos lo que hacemos, pero hacerlo de manera inconsciente, intuitiva, lo cual representa una gran ventaja sobre la opción anterior, ya que a) no consume energía y b) no interfiere con ningún principio productivo.
El modelo de seis niveles de perspectiva de GTD® ofrece una estructura que permite trabajar esta intuición informada desde distintos enfoques, con distintos niveles de detalle y profundidad, y con la frecuencia adecuada. Como el resto de GTD®, se trata de hábitos sencillos, al alcance de cualquier persona que tenga el compromiso de mejorar su efectividad personal.
Si quieres, puedes empezar a probarlo ya. La próxima vez que te surja alguna duda sobre si hacer o no hacer algo, o sobre qué hacer primero, puedes hacerte esta sencilla pregunta: ¿para qué quiero/debo/tengo/me interesa/necesito hacer esto?
Si esta práctica la conviertes en hábito y lo aplicas regularmente a tus opciones, ganarás mucho en claridad. Te lo aseguro.