“Dame Señor, la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance”.
Gabriel Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945
Es curioso que la cita arriba expuesta recoja de manera tan poética y precisa, la idea principal de la nueva película de Christopher Nolan. Hablemos (un poco más) sobre Tenet, la película más divisiva del momento:
I. El relato
En Tenet (2020) habita de manera evidente toda filmografía del director británico, aunque podríamos decir que la auto-referencia inmediatamente reconocible reside en el plano que abría la película que lo consagró como realizador hace 20 años: Memento (2000). La capacidad que posee el medio cinematográfico para distorsionar el tiempo ha sido una idea que ha perseguido a Christopher Nolan durante toda su carrera. En Memento la película comenzaba con una escena invertida en la que una bala salía de la cabeza de un personaje y acababa siendo capturada por una pistola. Contemplábamos la escena de una ejecución vista al revés. Era el germen de la idea de que invirtiendo la imagen es posible avanzar en la narración de una historia. Simplificando esta idea al máximo: retroceder para avanzar. La consecución de esa idea es lo que Christopher Nolan ha plasmado de manera espectacular en Tenet para narrar una historia de espionaje y viajes temporales como nunca antes lo habíamos visto.
Es poco probable que exista un subgénero cinematográfico que dé más valor a la información que el cine de espionaje, por lo que Nolan se servirá de sus elementos narrativos y estilísticos para conseguir confundir al espectador a través de macguffins infinitos, personajes arquetípicos que se descubren enigmáticos y diálogos en los que difícilmente se consigue seguir la cadena de secretos y medias verdades que pueblan la narración. También, de paso, aprovechará para dejar claro que jugando a las misiones imposibles y a los agentes secretos, no le gana nadie.
En este caso, Christopher Nolan alude a través de sus personajes a la llamada “brecha de conocimiento” para que el espectador nunca goce de la información suficiente para adelantarse a decodificar la trama y, sin embargo y a la vez, lo satura de información para que sea imposible dejar de intentarlo. Luego profundizaremos en por qué se ve obligado a hacerlo, no podemos olvidar que se trata de un thriller de espionaje en el que el suspense es un ingrediente indispensable.
Tenemos pues, una historia de espías de corte clásico y un concepto de ciencia ficción —la inversión temporal— para levantar el armazón del relato y a la vez experimentar, como siempre gusta al director, con el tiempo en todas sus formas: tiempo narrativo, tiempo de la narración, distorsiones temporales y, como en aquel plano revertido de Memento, con el tiempo de la imagen.
II. La narración
Vamos a seguir analizando las características clave de la película para resolver por qué resulta tan complicado entender Tenet y por qué resulta tan difícil conectar con ella a nivel emocional. Una de las claves la encontramos en su protagonista, que será, de manera casi inamovible, el foco de una narración que busca en todo momento la inmersión del espectador, de manera parecida a lo que ocurría en Dunkerque (2017) con esos soldados británicos casi anónimos en busca de la supervivencia.
El protagonista de Tenet (John David Washington) no tiene nombre en la película. Está acreditado literalmente como “El Protagonista” y así nos referiremos a él en adelante. Al Protagonista, agente especial de la CIA, lo reclutan a través de una prueba que pasa sin saberlo, y desconoce todo lo que acontece a la misión que le encomiendan, exceptuando una palabra, “TENET”, y un gesto: dos manos que cruzan sus dedos en sentidos opuestos. El protagonista de la película debe realizar su misión partiendo de la total ignorancia ya que no entiende casi nada de lo que sucede durante la mayor parte del tiempo, por lo que el espectador, estrechamente vinculado al personaje a través del punto de vista, se sentirá igual de perdido, pudiendo asirse a solo un puñado de pistas difíciles de retener y encajar.
Es capital, además, que en Tenet el director haya decidido eliminar, o en cualquier caso esconder durante la mayor parte del tiempo, la figura del narrador intermedio. Una figura clave en el resto de sus películas, utilizada a veces de manera poco sutil, para favorecer la diégesis del relato y facilitar de alguna manera la interpretación (certeramente condicionada) del espectador medio. En ninguna otra película de este cineasta el espectador va a encontrarse tan perdido como en Tenet. Y esto no es algo casual.
Durante el viaje de El Protagonista, Christopher Nolan nos transmite directamente a través del texto su deseo de que disfrutemos y sintamos la película antes de intentar entenderla. La principal problemática de esta decisión reside en la exigencia que recae sobre el espectador, que deberá realizar un salto de fe insólito para una película de estas dimensiones, lo que genera una frustración no siempre digerible por su parte. Nos encontramos, pues, ante la película más exigente y ambiciosa de su director, que abandona a su suerte, y por primera vez en toda su filmografía, no solo al espectador medio, sino también a aquellos asiduos a su cine. Es el precio a pagar para alcanzar la posteridad, puesto que una de las ideas que atraen al director británico es que tengamos la necesidad de revisitar Tenet en el futuro (retroceder para avanzar).
Para colmo, Christopher Nolan acelera el ritmo de la narración hasta límites extremos, encadenando set pieces de acción una tras otra sin que el espectador sea capaz de adelantarse a la vertiginosidad de la trama y sus imágenes, hasta llegar a un clímax marca de la casa con el habitual montaje en paralelo que intensifica la acción al máximo para luego frenar bruscamente hacia su revelador final, uno de los más arriesgados del blockbuster moderno, puesto que solo funciona en toda su complejidad si a lo largo de la cinta el espectador ha logrado entrar en el juego que propone, algo realmente difícil de conseguir a la primera (no tanto a la segunda).
III. La historia
Llegamos a la última parte de este extenso análisis (que solo araña parte de la complejidad de Tenet) para adentrarnos en la fuente principal de todos sus “problemas”: su historia. La historia que quiere contar Christopher Nolan condiciona la naturaleza del relato y la narración del mismo. La retrocausalidad es un concepto físico y filosófico que implica que el efecto de una acción precede y atrae a su causa. Es algo que ocurre constantemente en la película cuando algún objeto, personaje o el propio entorno se encuentran invertidos. El director británico puebla su película de ejemplos sencillos de retrocausalidad, como la bala que salta de la mesa a la mano, el retrovisor que se arregla cuando el coche impacta con él, o la huella que aparece en un charco precediendo a la pisada.
Ahora bien, debemos comprender que la historia de Tenet es un gran y complejo suceso de retrocausalidad en el que El Protagonista crea una organización encargada de reescribir el pasado para salvaguardar el futuro. La misión que se le ha encomendado es solo una gran pinza temporal de las muchas otras que hará en el futuro. Para que todo funcione, o al menos en eso se basa Christopher Nolan para construir todo el grueso del argumento de su película, El Protagonista debe desconocer la causa final (Él es el creador de Tenet, es él mismo quien se contrata desde el futuro) para poder llegar a ella a través de un gran efecto en cadena. Nuestra manera de concebir el tiempo, si es que aún pensáis en términos lineales, nos enseña que lo que hicimos en el pasado es la causa de lo que sucede en el futuro. Los viajes en el tiempo no cambian eso. Neil, el personaje interpretado por Robert Pattinson, lo deja bastante claro durante la película insistiendo en que lo pasado, pasado está. Por lo tanto, para que la misión de nuestro querido Protagonista se resuelva con éxito, debe descubrir todo por sí mismo. Porque así es como pasó y así es la única manera en la que puede pasar.
Esa ignorancia que lo mantiene anclado en la realidad es también el principal lastre que sufre el espectador, me atrevo a decir que al menos en un primer visionado, en el que es importantísimo para Christopher Nolan que el espectador sea incapaz de resolver antes que el protagonista el puzzle que lo define. La razón es sencilla; si averiguamos cuál es la verdadera historia de nuestro Protagonista, el suspense desaparece por completo.
Lo cierto es que Tenet, admirada desde la posteridad y la comodidad de varios visionados, se descubre como una obra descomunal. Un espectacular puzzle que funciona de manera sobresaliente a casi todos los niveles, pero que en su naturaleza esconde una trampa imposible de evitar para el espectador en un primer visionado, que deberá retroceder para avanzar; o lo que es lo mismo, deberá volver a ver la película para entenderla, y sobre todo disfrutarla, en toda su complejidad.
Es entonces cuando la película gana en corazón y esa grandiosa amistad no narrada entre Neil y El Protagonista, que acaba para uno de ellos de manera trágica mientras que para el otro solo hace más que comenzar, se rellena con detalles que Christopher Nolan planta a lo largo del metraje para que nosotros ocupemos los espacios que nos faltan y alcancemos la catarsis.
En este momento, cuando profundizamos en la idea principal de Tenet sobre retroceder para avanzar, que ya fue plasmada con mejor acogida en Interstellar (2014), y que aquí se narra mediante la guerra fría entre dos generaciones, pasada y futura, por el control de la entropía del mundo y la supervivencia a través del tiempo. Un tiempo que se nos acaba.
El tiempo es la magnitud que nos crea, nos define, nos ordena y nos destruye. Es todo cuanto tenemos y todo cuanto podemos perder. No podemos escapar de él ni perturbar su destino. Pero el cine puede cambiar eso. Christopher Nolan así lo cree.
¿Ha llegado la hora de volver a ver Tenet?
Tenet (Christopher Nolan, 2020)
La entrada Tenet, retroceder para avanzar se publicó primero en Cine en Serio.