Tengo razón, sos imbécil – algunas reflexiones sobre el intercambio entre modelos teóricos

Por Davidsaparicio @Psyciencia

No es completamente deliberado, pero en nuestra incansable búsqueda de enajenarme a la totalidad de la población del planeta ya hemos logrado que nos odie la mayoría de las personas del campo psi. De manera que ocupémonos hoy de las que quedan.

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Así que por hoy, hablemos del conductismo, o más bien, de las personas afines al conductismo (me refiero aquí y en todo el artículo a la familia, no a las formas particulares en que se presenta; tampoco voy a hacer aquí una distinción entre filosofía y ciencia aplicada, voy a usar el término “conductismo” de manera laxa, incluyendo también personas no estrictamente en el campo del conductismo).

Para empezar: me gusta el conductismo. Me resulta un tanto embarazoso denominarme conductista porque básicamente soy un salvaje con aires de academicismo, pero pese a ello me atraen las formas de pensar el conductismo, la reflexión cuidadosa, la precisión teórica, la renuencia sistemática a utilizar un término psicológico sin analizarlo antes, la afición por la evidencia y la aplicación.

También me gusta que las críticas más feroces (y más precisas) del conductismo provengan del conductismo mismo, y que el campo respete las figuras de autoridad sin venerarlas demasiado. Skinner, Kantor, Sidman, son popes sin duda alguna, pero se puede aprender perfectamente conductismo sin leer a los popes, y ninguna persona en el campo toma la palabra de Skinner sólo porque se trate de Skinner. Nuevamente, eso siempre me ha parecido algo bueno en una teoría, ya que los dogmas de autoridad tienden a entorpecer el pensamiento y la libertad de crecimiento; me gusta pensar, aunque me salga como el culo, y la tradición conductual es bastante acogedora con eso.

Por esas y varias otras razones me atrae mucho el conductismo. Sin embargo, hay algo que me pica en un lugar que me cuesta rascar, y es la cuestión de las relaciones que la tradición conductual tiene con otros modelos. Sí, me refiero al consabido problema de relaciones públicas del conductismo.

El menosprecio de otros modelos puede ser satisfactorio, pero su primer problema es la inconsistencia con la tradición conductual

Pero no voy a hablar de la terminología, sino que en concreto me refiero al menosprecio de otros modelos, teorías, y tradiciones. Me refiero al conjunto de conductas por parte de personas afines a la tradición conductual en foros públicos (presenciales u online), que consisten en defenestrar modelos, conceptos, o explicaciones que provengan de otras tradiciones, de manera sistemática y definitiva.

Creo que no es difícil entender de qué hablo. Hay toneladas de memes, posteos, y chistes en las redes sociales que ilustran este punto, que podríamos llamar la Actitud Nelson (para darle más motivos para odiarnos a la gente que opina que citamos demasiado a Los Simpsons).Y creo que estas conductas son poco útiles o incluso contraproducentes, por los motivos que expondremos a continuación.

Consistencia

El menosprecio de otros modelos puede ser satisfactorio, pero su primer problema es la inconsistencia con la tradición conductual. El adagio de Skinner (no lo cito como autoridad, sino como ilustración del punto), sigue siendo válido para el análisis de cualquier conducta: la rata siempre tiene razón. No tiene mucho sentido burlarse de la rata o denunciar su estupidez por no encontrar la salida a un laberinto; las conductas de la rata siempre están controladas por su historia y el contexto.

Cuando un organismo emite cualquier conducta, esta es explicable según su historia de aprendizaje y el contexto actual (que puede englobar todo lo que hemos detallado bajo el término contexto, nada más, nada menos. Si un organismo (una psicóloga, digamos), utiliza el término “mente”, “creencia”, “alma”, o alguno similar, la actitud más coherente con la tradición conductual no es la ridiculización o la condena, sino la comprensión del contexto en el cual ese término es usado, y la función que esa conducta tuviere.

El análisis conductual de los términos psicológicos suele moverse hacia la indagación con respecto a su uso: ¿bajo qué condiciones (antecedentes, consecuencias) se utiliza el término X? Nunca el análisis se dirige a si el término es “verdadero” o no. Dentro de la mayoría de los modelos conductual, hablar de “verdadero” en términos de correspondencia esencial es un sinsentido. Los términos no son realidades, son formas de influenciar la conducta de quienes intentan influenciar la conducta. Citemos a Skinner que lo dice mejor:

“Los psicólogos (…) deben volverse hacia [el análisis] de las contingencias de reforzamiento que dan cuenta de la relación funcional entre un término, como una respuesta verbal, y un estímulo dado. Esta es la “base operacional” para su uso de los términos, y no es lógica sino ciencia.”(Burrhus Frederic Skinner, 1945). De modo que criticar el uso de un término por mentalista, equívoco, etc., no es la actitud más consistente con la tradición conductual, que en lugar de eso utiliza la curiosidad radical: “¿de qué contexto es función la utilización de este término/conducta?” (para una exposición más detallada véase a la genial Chiesa, 1994, p.65 en adelante).

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Dicho de otro modo: ridiculizar a otra persona (o un colectivo de personas, bajo la forma de otra escuela psicológica), por utilizar un concepto o término mentalista es del internalismo más craso. Es inconsistente con la tradición conductual el asumir que las conductas de las personas (tal como es la conducta verbal de usar un término psicológico) no son función de su historia y su ambiente sino que hay algo intrínsecamente estúpido o ignorante en la emisión de esa conducta.  La Actitud Nelson no es consistente con la forma conductual de abordar el mundo.

Los términos no son realidades, son formas de influenciar la conducta de quienes intentan influenciar la conducta

Lo concedo: puede ser divertido, sin duda (y quien escribe es ampliamente culpable de hacer leña del árbol caído en numerosas ocasiones), y suele servir para establecer pertenencias grupales y culturales, pero digámoslo en lenguaje coloquial: si sólo nos quedamos en eso, estamos fritos.

Objetivos

La segunda objeción que tengo hacia la ridiculización y esquematización de tradiciones psicológicas es fundamentalmente práctica. Se puede plantear considerando esta pregunta: ¿cuál es el objetivo que estamos intentando alcanzar por medio de la utilización del modelo conductual? Si la respuesta que se da a esa pregunta está relacionada en última instancia con mejorar la vida de las personas o algo en esa línea, el rechazo categórico y ridiculización de otros modelos es no sólo inútil, sino contraproducente.

Permítanme expresarlo de forma coloquial: si lo que querríamos en última instancia es que los psicólogos que utilizan modelos esotéricos, confusos, o poco científicos, consideren el valor del pensamiento e intervenciones conductuales, establecer un ambiente hostil a los extraños por medio de ridiculizaciones y argumentos de tipo “espantapájaros” es contraproducente.

O dicho aún más simple: si le tomo el pelo a una persona hay pocas chances de que le interese lo que tengo para ofrecer. Y si lo que tenemos para ofrecer es una forma de pensar e intervenir sobre los fenómenos del campo psicológico, un abordaje que puede resultar enormemente útil a niveles teóricos y prácticos, entonces establecer un ambiente aversivo para quienes no pertenecen a ese abordaje es una pésima idea. Termina polarizando posiciones, con foros separados e incomunicados para las diferentes tradiciones psicológicas.

Para mí, creo que el peor pecado de tales respuestas es este: es insufriblemente aburrido. Es un embole leer la seguidilla de ridiculizaciones, condescendencias, o ataques que suceden cada vez que en un foro de internet de afinidades conductuales alguien de una tradición no conductual pregunta algo como “¿Cómo hago para que mi paciente se sienta más motivado?”. No hay mucho de interés en repetir términos que puedo leer mejor en los libros. Sí hay interés en las conversaciones que puedo tener con personas que utilizan otra aparatología conceptual para leer el mundo.

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Lo que podría resultar más útil, al menos en principio, sería establecer un contexto en el cual la utilización de abordajes conductuales pueda resultar atrayente o útil para los psicólogos de otras tradiciones. Un contexto que sea más bien “mirá, si intentas pensarlo desde este lugar, te puede servir por este y este otro motivo”, más que “sos una/un imbécil, en cambio yo soy un iluminado”.

Crecimiento

No conozco ninguna instancia en la cual la ridiculización de otro modelo haya generado algún conocimiento nuevo sobre el propio (la crítica o análisis de otros modelos, sí, pero crítica no es lo mismo que ridiculización). Repito, puede ser divertido, pero jamás he visto que resulte fructífero en términos de ciencia o conocimiento.

La tradición conductual ha crecido mucho reinterpretando y reanalizando conocimientos y términos utilizados por otras tradiciones (para algunos ejemplos véase Ferster, 1973; Layng, 2009; Skinner, 1989). Incluso recientemente, modelos de tradición conductual como ACT han ganado tracción por medio del análisis y reinterpretación de términos conductuales como espiritualidad o mindfulness (Fletcher & Hayes, 2005; Hayes, 1984).

No conozco ninguna instancia en la cual la ridiculización de otro modelo haya generado algún conocimiento nuevo sobre el propio

Nada de eso sería posible si la única reacción posible ante términos mentalistas de otras tradiciones fuese de rechazo o condena.

Una mejor respuesta (si el objetivo es una mejor comprensión de la conducta), podría ser algo así (siéntanse libres de reformularlo como les plazca): _¿qué contextos y conductas se están implicando en la utilización de este término? _Tomen la conducta verbal del colega como una conducta de interés, y piénsela desde un abordaje conductual, es altamente probable que resulte en algo mucho más interesante.

Cerrando

Es una propuesta personal, pero creo que si lo que queremos es que la psicología mejore como disciplina, necesitamos mejorar. La tradición conductual debe abarcar un 10 o 20% de los psicólogos, y entiendo que a veces la tendencia al verse en desventaja es cerrar filas, pero en última instancia eso es algo poco productivo. Si queremos llegar al resto de la comunidad psicológica es preferible demostrar y hacer accesible el hecho de que los modelos que usamos pueden resultar útiles para el trabajo cotidiano del psicólogo, más que repetir que todo aquel que no haya leído sobre conductismo es un imbécil. Puede ser satisfactorio pensar “tengo razón y el resto está errado”, pero creo que es poco útil. Puede establecer camaradería, puede ser divertido (especialmente después de un par de cervezas), pero no tiene mucho más que ofrecer a largo plazo.

Una última observación: si lo que escribo es válido, entonces estas conductas de quienes sostienen modelos conductuales también está bajo control del contexto. Vayan entonces estas líneas para modificar, aunque sea con unas mínimas letras digitales, dicho contexto.

Pueden dejar comentarios, opiniones, quejas, y amenazas de muerte, en los comentarios que están al pie.

Referencias bibliográficas:
Chiesa, M. (1994). Radical Behaviorism: the Philosophy and the science. Boston: Authors Cooperative, Inc., Publishers. Ferster, C. B. (1973). A functional analysis of depression. American Psychologist, 28(10), 857–870
Fletcher, L., & Hayes, S. C. (2005). Relational frame theory, acceptance and commitment therapy, and a functional analytic definition of mindfulness. Journal of Rational-Emotive & Cognitive-Behavior Therapy, 23(4), 315–336.
Hayes, S. C. (1984). Making sense of spirituality. Behaviorism (Vol. 12). https://doi.org/10.4324/9781315745138
Layng, T. (2009). The search for an effective clinical behavior analysis: The nonlinear thinking of Israel Goldiamond. The Behavior Analyst, 1(1), 163–184.
Skinner, B. F. (1945). The operational analysis of psychological terms. Psychological Review, 52(5), 270–277.
Skinner, B. F. (1989). The origins of cognitive thought. American Psychologist, 44(1), 13–18.