Poppy pierde su valioso anillo de compromiso a sólo unos días de su boda, y para colmo le roban su móvil, que viene a ser casi todo para ella. Así que cuando ve un teléfono en una papelera no duda en hacerse con él, y de este modo entra en contacto con Sam, un importante empresario, parco en palabras y serio, y con todo su mundo.
Ella lo conocerá a través de su buzón de entrada, y se convertirá en cuestión de minutos en una especie de secretaria para él. Poppy se verá enredada una y otra vez en situaciones disparatadas, equívocos que comprometerán también a Sam.
A pesar de los momentos tan surrealistas, los personajes son creíbles, naturales, con sus miedos e inseguridades; no son perfectos, ni tampoco pretenden serlo. Sin duda, la estrella de la novela es Poppy. Qué alocada. Qué graciosa. Qué salero tiene esta chica, por Dios. Además de Sam, destacan también los secundarios: la familia del novio no tiene desperdicio, por no hablar de las dos amigas de la protagonista.
El desenlace me ha hecho suspirar, aunque lo veía venir. Sin embargo, lo que pasa con este libro es que los giros y determinadas escenas de surrealistas que son no los esperas: si es que hasta lo más dramático tiene su humor.
En definitiva, una trama simple, previsible en parte, pero original en su forma es Tengo tu número, de Sophie Kinsella. Narrada en primera persona por la propia protagonista, se sirve de los mensajes y correos electrónicos de Sam, lo que ayuda a configurar la personalidad del principal personaje masculino. Un detalle más que curioso son las notas a pie de página: no aportan nada a la trama, pero son simpatiquísimas.
La novela está muy, pero que muy bien escrita, aunque no es una prosa muy elaborada. Sobresale la labor de traducción, impecable: cualquiera diría que se ha escrito en castellano originalmente. En este sentido, sólo destacaría que hay dos o tres palabras que bailan a su antojo en el libro, como si las hubiesen escrito rápidamente. Unos despistes que pasarían desapercibidos de no ser porque en la contracubierta hay otro más grave: la protagonista pasa de llamarse Poppy a ser Polly de un párrafo a otro.
Sin embargo, esos fallos no importan, quedan más que perdonados, aunque no dejan de llamarme la atención, de ahí que los recoja en la reseña. Y es que menuda frescura de libro. A página por carcajada. ¡Así da gusto leer! Hay momentos de película, de esos que dices no-le-puede-estar-pasando-eso, tierra-trágala. Una novela ligera, pero divertidísima con la justa medida de romanticismo y mucho humor. Ideal para pasar un rato entretenido y olvidarse del mundo.