Revista Sociedad

Tensando la cuerda

Publicado el 18 agosto 2020 por Salva Colecha @salcofa

Corría el año 1789, en Francia, cuando una turba de gente desarrapada salía a la calle con los ojos inyectados en sangre hacia la Bastilla, estaban hasta las narices de los reyes y su vida de lujos cuando ellos no tenían ni Tensando la cuerdapara vestirse. Un poco antes, allá por 1773, en las colonias británicas se hartaron de que en Gran Bretaña no hicieran más que pedirles cosas hasta que en Boston les dio por descargar el té al revés, por la parte del agua en lugar de en “el seco”. Más o menos lo mismito que en 1917 les ocurrió a los Zares cuando Lenin y compañía se acercaron para explicarles que no se podía vivir apretando y apretando a sus súbditos. 

Todo esto (ya se que no lo he contado con ningún tipo de rigor histórico, mis disculpas) tiene algo en común, cuando un poder se dedica a apretar por el gusto de apretar a la masa, sin explicarse ni dar nada a cambio, esta acaba alterándose y

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la cosa acaba mal. A los subordinados se les hinchan las narices, se dan cuenta de que  tienen mucho que perder y al final la cabeza del poderoso acaba en una estaca. ¿Verdad?.  Todo se reduce a un equilibrio entre exigencias y recompensas. Me explico, aquí nadie tenemos la obligación de sacrificarnos más de lo estrictamente necesario. Hay cosas que resultan obvias como que 
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mi sincerebrismo no debe causar perjuicio a los demás. Son cosas como ponerse la mascarilla, lavarse las manos y no andar estornudando a diestro y siniestro. Hasta ahí vale porque es fácil de entender que si no seguimos esas normas básicas no vamos a salir nunca de esta. Pero ¿hasta qué punto se puede ir apretando las tuercas imponiendo normas sin explicar la razón y sin que al final salte el muelle y acabe todo como el Rosario de la Aurora?

Igual es que a los gobernantes les está ocurriendo como a Maria Antonieta ya sabes, la de los pasteles (aunque la pobre, al parecer, nunca dijo algo parecido). Han desconectado tanto de la realidad que les rodea que hasta han olvidado que nuestra especie siempre se ha caracterizado p

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or no ser un ejemplo de santidad y altruismo. Siempre que hacemos alguna cosa esperamos una recompensa (aunque la mayoría nos contentamos con una sonrisa y un gracias más o menos sincero) y si no recibimos nada llega un momento en la que nos pasa como a los burros y la zanahoria. Si, ellos también se cansan de perseguir la zanahoria. Por eso, de vez en cuando, se les deja alcanzarla.
En esto de la pandemia empiezo a notar cierto tufillo de estar hasta las narices de que cada vez aparezcan más normas a seguir que no siempre se explican claramente,  lo que no hace más que alimentar a iluminados como Bosé con sus ideas rarunas y a los interesados en sembrar el miedo y la desinformación. Todo ello. Sin que veamos ningún tipo de avance ni beneficio hacia los que nos esforzamos por cumplir a rajatabla con lo que se nos dice. Más bien lo contrario.

Viendo como está el panorama en el que suben las cifras, la gente cada vez anda más susceptible y el inicio del cole a la vuelta de la esquina no se lo que puede ocurrir con las nuevas imposiciones que nos han llegado “para parar la pandemia”.  El otro día sin ir más lejos nos sorprendieron con el cierre de los locales a partir de una hora determinada, como si el bicho sólo se propagase a partir

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de una hora determinada. O la prohibición de fumar cuando no se pueda respetar la distancia mínima de dos metros. Vaya por delante de que jamás he fumado y a estas horas de la historia dudo muchísimo de que me enganche a ello porque de verdad que no soporto el olor a tabaco, lo siento. Pero así, sin Ley específica ni nada, sin que nadie se preocupe en hacernos entender los efectos beneficiosos de los nuevos sacrificios para parar al bicho puede que no se consiga más que hacer que los fumadores se sumen a la panda de los “bebedores de lejía” y así con todo porque no hay nada que haga crecer más el miedo y la superstición que lo que no se entiende. Vale, tampoco negaré que con estas medidas mejorará la salud de todos a medio plazo porque fumar es malo. Pero igual, por la misma lógica a la próxima se nos puede acabar lo de hablar a grito pelado, discutir o cantar en la ducha, porque al vociferar se expulsa más saliva y podría expandir más el virus. Veremos lo que tardamos en salir corriendo a la calle con antorchas y palos.


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