Algún día, pueda que te llegue este mensaje.
Te permitirás un breve espacio del tiempo
y tramitarás con expectativa su lectura.
Es la desgarradora experiencia
de un dolor encarnado
en lo más profundo de la mandíbula del alma.
Cuando leas esto
sentirás las masas de pensamiento
que un enorme animal humano generó algo delirado.
Cada palabra la sentirás caer vandálica sobre tu espíritu:
grandes pedazos de carne destazada.
Sí!,
recuerdos como estos arrullaron mis mimos
Y las balas fueron la canción de cuna.
Es abrumador reconocerlo
pero en la noche los fusiles
trazaban rojos telegramas.
Es natural,
creerás que todo
fue realizado para tan sólo
crearte un estado de asombro inexplicable.
Pero también, algo te hará sentir
la sospecha,
la incertidumbre,
la angustia espantosa de saber irrefutablemente
que todo lo que está escrito
tuvo que ser vivido por alguien.
Nadie puede inventar la metáfora
Ebrios como dos cadáveres desmembrados
Sin haber visto en la niñez
El corte que deja una moto-sierra.
La posibilidad, es espeluznante,
¿Cierto?
Llegar a considerar que tú,
con tus manos limpias
y tus huellas impecables
eres una gran parte
de ese lastimoso destino
que a veces los humanos
deciden tejer contra toda felicidad;
saber que la muerte
en estas letras fue espasmo
y recuerdo que todavía sangra.
Reconocer, te digo,
que todo fue realidad y no fantasma,
es espeluznante
¿cierto?
La voz,
esa legítima voz desgarrada
que apagué aquí como un cigarrillo
será la demostración
de que detrás de las palabras
estuvo alguien, afilando los nervios, funámbulo.
Entonces,no podrás reprochar…
cállate
nada de tu vida sirve para imaginar
la poesía.
Pregúntale a Celán
o mejor aún, al vecino de Gadamer:
Adorno.
Sólo bastará
que las vanas palabras,
las, a veces, fangosas palabras,
te hagan conocer
finalmente,
que todo,
simplemente todo,
a veces fue necesario olvidarlo
en algo más siniestro, más rotundo:
El poema.