Por Eduardo Montagut
La
Revolución Francesa ha sido un hecho fundamental en la Historia. Desde el
primer momento surgieron diversos intentos de encontrar y analizar las causas
de tal conmoción.
Una de las primeras teorías formuladas tuvo que ver con la
idea de que los hilos revolucionarios habían sido movidos por la Masonería para
perturbar y destruir el orden establecido. Los sectores más reaccionarios de la
Iglesia y del Antiguo Régimen encontraron, de ese modo, una explicación acorde
con sus intereses. En este trabajo intentaremos acercarnos al origen de estas
teorías, basadas en el concepto de conspiración.
El principal teórico que achacó la Revolución a la Masonería
fue el sacerdote jesuita francés Augustin Barruel (1741-1820). El religioso
afirmó que la francmasonería estaba detrás de la Revolución en su libro, Memoria
para servir a la Historia del Jacobinismo (1797-1799).
Otro de los defensores de esta teoría fue el erudito y
profesor escocés John Robison (1739-1805), que llegó a las mismas
conclusiones. Curiosamente, Robison era masón, pero denunció una conspiración
masónica contra los poderes establecidos en Europa en una obra que publicó en
1797. Pero la teoría de Robison no era exactamente igual a la de Barruel,
ya que, además de antimasónica era, también antijesuítica. Según el autor, los
masones habían generado muchas de las disputas contra la religión cristiana
pero los jesuitas habían participado en casi todas las disensiones e innovaciones
condenables, especialmente desde que la Compañía fue disuelta en el siglo
XVIII. Además, los jesuitas habían pretendido mantener su influencia por medio
de la Masonería, una asociación que supuestamente tendría como único fin la
destrucción de la religión y de los Estados europeos.
En España, el jesuita y filólogo Lorenzo Hervás y Panduro
(1735-1809) publicó, al parecer, furtivamente en el año 1803, la obra Revolución
religionaria y civil de los franceses en el año 1789: Sus causas morales y
medios usados para efectuarla, aunque estaría redactada, al menos, desde
1794. El manuscrito se divulgó entre los antiguos jesuitas. Por fin, en
1807 y ya en Madrid, se publicó la misma obra, aunque con un título
diferente: Causas de la Revolución de Francia en el año 1789, y medios
de que se han valido para efectuarla los enemigos de la Religión y del Estado.
Hervás sostenía que las causas de la Revolución no eran económicas,
sino que procedían del mundo de las ideas. El autor era admirador de
la cultura francesa, pero disentía de forma radical de las ideas
revolucionarias y conocía la obra crítica con la Revolución de Edmund Burke.
En relación con el manuscrito de 1794, el padre Luengo
elogiaba la obra porque el autor intentaba probar que los “filósofos incrédulos
y los herejes jansenistas, unidos entre sí, eran los verdaderos y únicos
autores de la ruina de la religión y del trono de Francia”. En el mismo
sentido, en la edición definitiva de 1807, Hervás afirmaba que estaba haciendo
un gran servicio a la patria con su publicación.
Hervás explicaba en su obra el nacimiento de lo que denominaba
la “fiera democrática” y de la libertad, considerada un “fruto abominable de
las secta jansenista, filosófica y francmasónica”. La Masonería buscaría la
destrucción del catolicismo y de las monarquías, a través de la difusión de las
ideas de la libertad y la igualdad.