Decidió visitar al psiquiatra después de un año y medio —mes arriba o abajo—, porque la preocupación se había convertido en angustia que le impedía conciliar el sueño. Debía ser el mejor psiquiatra de la ciudad, si la calidad se puede medir por el importe de la minuta.
—Le escucho —se limitó a decir el doctor, como si quisiera acabar antes de haber empezado.
—Verá, tengo un problema con las mujeres. Cuando me gusta una, y yo le gusto a ella, los comienzos son potentes y prometedores, pero desde hace más de un año no consigo que las relaciones me duren más de dos o tres días.
—¿Y cuántas ha iniciado?
—No menos de cuarenta, quizá cincuenta…
Tras media hora, más o menos, de preguntas y respuestas se despidieron.
Mientras abandonaba el céntrico y lujoso edificio donde tenía la consulta, iba despotricando contra la terapia propuesta como primer paso para eliminar el problema. El psiquiatra no había prescrito ningún medicamento. Según él, el problema era de otro tipo.
—¿Por qué no prueba a dejar de escribir microrrelatos?
Texto: Amando Carabias