En terapia, no importa si estoy ante un niño, un adulto, una familia, o un grupo,
muchas veces me pregunto si estoy usando las técnicas correctas, interviniendo mucho o poco, diciendo lo acertado, guiando a la persona como se supone.
Me pregunto si el otro está recibiendo eso por lo que pagó, si va a volver, si se está aburriendo,
¿Si seré buena terapeuta?, ¿Le estoy haciendo perder su tiempo?
¿Quién soy yo y que sé yo para hablarle al otro de su vida?
En pocas palabras si lo estoy haciendo bien o mal.
Tantas veces soy mi más crítica y exigente supervisora dentro de la sesión.
Esto poco ayuda.
Cuando puedo soltarlo, y simplemente estar. Cuando veo a la persona a través de sus ojos, y me pregunto más bien,
¿Como puedo amarla?
Cuando en el silencio, callo las voces y simplemente se que quién está enfrete es inmenso y me pregunto ¿Como puedo ayudarle a saberlo también?
¿Qué puedo decirle para qué lo recuerde?
¿Cómo puedo estar para que pueda quitarse todos esos disfraces y protecciones y sienta su corazón?
Es entonces cuando verdadera magia sucede, y me doy cuenta de que no es lo que yo haga en absoluto lo que importa,
Sino lo que permito que suceda cuando Soy y quito todo lo demás del medio