Terapia basada en Shakespeare podría desarrollar habilidades comunicativas en niños con autismo

Por Davidsaparicio @Psyciencia
MiguelRPerez / Pixabay" href="https://psyciencia-psyciencia.netdna-ssl.com/wp-content/uploads/2016/10/children_1476488641.jpg">MiguelRPerez / Pixabay

“Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser”, escribió William Shakespeare hace más de 500 años.

Pero no es solo por su profundidad filosófica que su obra representa un hito de preservación requerida, también la psicología ha hallado una utilidad de gran provecho en el legado shakesperiano, una función terapéutica que beneficia el desarrollo de habilidades psicosociales en los niños diagnosticados con autismo.

Así lo afirma un estudio realizado por el Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio, donde una muestra de catorce niños con trastorno del espectro autista participaron de una programa de implementación basado en un drama teatral enfocado en habilidades sociales: “The Hunter Heartbeat Method”.

El programa fue dirigido por Kelly Hunter, actriz de la compañía teatral Royal Shakespeare Company, de Londres, y fue diseñado con el objetivo de mejorar las habilidades de interacción social, el lenguaje pragmático y la capacidad de reconocimiento de las emociones en las expresiones faciales de individuos diagnosticados con trastorno del espectro autista.

Marc J. Tassé, profesor de psicología y psiquiatría de la Universidad Estatal de Ohio, describe el estudio como una oportunidad para enseñar a los niños “habilidades clave en un ambiente relajado y propicio para el juego”.

Para esto, los facilitadores del programa hicieron que los niños participaran de una serie de juegos basados en el argumento de “La tempestad”, obra de Shakespeare centrada en el reconocimiento facial de las emociones, el contacto visual, la imitación motriz, la imitación afectiva, el intercambio de diálogos pragmáticos, la proxemia, la interacción, la expresión afectiva, el humor y la improvisación social.

El desarrollo del programa consistió en pedir a los niños que repitieran lo que los facilitadores modelaba para luego brindar realimentación sobre el juego. Según Maggie Mehling, coautora del estudio y asistente de la facultad de Psicología de la Universidad Estatal de Ohio, la clave del experimento radica en que cuando interactuamos con alguien disfrutamos de la experiencia y es ese tipo de reforzamiento positivo el que los niños con autismo no siempre perciben.

Sin embargo, el esquema del estudio y las actividades del programa favorecen la participación de los niños diagnosticados con trastorno del espectro autista, y para Mehling, es impresionante lo que los niños son capaces de hacer con el ambiente apropiado.

“Me deja muy asombrada darme cuenta de que los niños superan todas las expectativas”, expresa, “porque tienen la habilidad de comprometerse”.

Cabe destacar que aunque los resultados son relevantes, el estudio fue realizado a pequeña escala y es necesario desarrollar más investigaciones para asentar conclusiones de trascendencia.

La investigación está disponible en la revista Research and Practice in Intellectual and Developmental Disabilities.

Fuente: Psychcentral