Ifigenia
Nació en París un 5 de octubre de 1889 y falleció el 23 de abril de 1936 en Madrid. Junto a Rómulo Gallegos, es considerada la escritora venezolana más importante de la primera mitad del siglo XX en su país. Su padre, Rafael Parra Hernáiz, era cónsul de Venezuela en Berlín; su madre, Isabel Sanojo Ezpelosín de Parra, descendía de una rancia familia de la sociedad caraqueña. "Tanto mi madre como mi abuela pertenecían por su mentalidad y sus costumbres a los restos de la vieja sociedad colonial de Caracas", escribía Teresa de la Parra en 1931, en una breve reseña autobiográfica.En esa misma reseña declaraba haber nacido en Venezuela, y aunque París dista nueve mil kilómetros de Caracas, apenas puede decirse que mintiera, ya que la infancia de Ana Teresa transcurrió cerca de la capital venezolana, en la hacienda familiar de Tazón. Poco después de morir su padre, en 1900, se trasladó con su madre y hermanos a España, y en 1902 ingresó en el valenciano internado del Colegio del Sagrado Corazón de Godella.Estos años formativos, los de su infancia y adolescencia, dejaron una profunda huella en la escritora: los recuerdos de Tazón darían vida a la hacienda Piedra Azul de Las memorias de Mamá Blanca (1929), y el internado se convertiría en el marco formativo de María Eugenia Alonso, la heroína de Ifigenia. La carrera literaria de Teresa de la Parra presenta tres momentos claramente diferenciados. Sus primeras incursiones fueron unos breves cuentos, de tema fantasioso más que fantástico y tintes vagamente orientalizantes, y el diario apócrifo "de una caraqueña por el Lejano Oriente", publicado en la revista Actualidades, que dirigía Rómulo Gallegos.El relato Mamá X, que le valió en 1922 el premio literario de un diario de Ciudad Bolívar, pasó luego a formar parte de una narración más extensa, el Diario de una señorita que se fastidiaba (matriz narrativa de Ifigenia) publicado ese mismo año en revista La lectura semanal, que dirigía por José Rafael Pocaterra. Posteriormente, Teresa de la Parra recordaría ese año de 1922 como el del inicio de su verdadera vocación de escritora.Esta vocación dio sus frutos en París, ciudad donde fijó su residencia en 1923. Allí verían la luz sus dos novelas: en 1924 Ifigenia, traducida al francés por Francis Marmande y elogiada por Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. En ella se narran las vicisitudes de la heredera de una familia acomodada caraqueña venida a menos y se explora, por primera vez en la narrativa venezolana, el mundo y la sensibilidad de una mujer. En la segunda, Las memorias de Mamá Blanca (1929), hallamos una crónica familiar que rescata y recrea, con una sencillez que no elude la maestría narrativa, las voces y el habla venezolanas de su época, a la vez que evoca con lucidez un mundo para siempre perdido: el de la aristocracia criolla.En París llevó el género de vida que convenía a una señorita de la buena sociedad caraqueña: asistir a recepciones en embajadas y frecuentar a escritores hispanoamericanos. Inició entonces con el diplomático y escritor ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide una amistad, amorosa primero, después entrañable y fraternal, que ha quedado documentada en un nutrido epistolario.Esta segunda etapa, la de la asunción plena de su vocación, fue también la de su otra gran amistad, amorosa y sororal, con la escritora cubana Lidya Cabrera, a quien conoció en 1927 durante un viaje a Cuba en el que representó a Venezuela en la Conferencia Interamericana de Periodistas y disertó sobre "La influencia oculta de las mujeres en el Continente y en la vida de Bolívar".Cabrera la acompañó hasta el último momento durante su dolorosa peregrinación por sanatorios suizos y españoles, en busca de la imposible curación de su tuberculosis. La enfermedad, cuyos primeros síntomas se manifestaron en 1931, modificó de raíz su personalidad y su vida. Con respecto a su obra, sería más acertado decir que la enfermedad agravó cierto giro que la autora había comenzado a dar desde su ciclo de conferencias del año anterior. "Acomodar las palabras a la vida, renunciando a sí mismo, sin moda, sin pretensiones de éxito personales, es lo único que me atrae por el momento", escribía en 1930 al historiador venezolano Vicente Lecuna. Surgió entonces el proyecto, que no alcanzó a realizar, de escribir una "biografía íntima" de Simón Bolívar que evitara las facilidades de la novela histórica, que Teresa decía detestar. Salvando las distancias entre autores tan disímiles, puede decirse que Teresa de la Parra fue la primera en concebir una idea que ejecutarían, en muy distintos registros, Álvaro Mutis en su cuento El último rostro y García Márquez en El general en su laberinto. Hasta su muerte en 1936, Teresa de la Parra no dio nada más a la imprenta. Sus escritos inéditos, sin embargo, tienen el peso y la importancia de su obra editada. Su epistolario, sobre todo, es un monumento de madurez reflexiva y un impecable ejercicio de diálogo amoroso y amistoso. En 1947 sus restos fueron trasladados a Caracas e inhumados en el Cementerio General del Sur. El 7 de noviembre de 1989 fueron sepultados en el Panteón Nacional, convirtiéndose en la primera mujer venezolana en penetrar en este mausoleo.OBRA:- Diario de una señorita que se fastidia, Caracas: Bolívar. La Lectura Semanal 12- (1923), La Mamá X, Caracas: Tipografía Moderna- (1924), Ifigenia: Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, París: Franco-Ibero-Americana- (1929), Las memorias de Mamá Blanca, París: Le Livre Libre, - (1953), Epistolario íntimo, Caracas: Línea Aeropostal Venezolano- (1957), Cartas a Rafael Carías, Alcalá de Henares: Talleres Penitenciarios, - (1961), Tres conferencias inéditas, Caracas: Garrido- (1965), Obras completas, Caracas: Arte.- (1982), Obra (Narrativa, ensayos, cartas), Caracas: Ayacucho.En su obra Ifigenia criticaba el papel de la mujer en la Venezuela del momento, Ifigenia fue la primera gran novela venezolana que marca la madurez del género en las letras del país; fue escrita al terminar la Primera Guerra Mundial. Publicada en 1924, escrita en forma de diario personal, fue la primera novela publicada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra. Refleja la inconformidad de una joven que no tiene voz propia ni posibilidad de elegir su destino en un mundo que, según su definición, es «un banquete de hombres solos». El texto abre el camino hacia una nueva valorización de la mujer. En clave literaria, es manifestación de lo que la misma autora define como un feminismo moderado, en el que la mujer debe conquistar su puesto en el mundo no a través de una "revolución", sino de una "evolución" que le permita crecer como ser humano. Tal pensamiento refleja, definitivamente, su propio desempeño vital, y se adelanta como práctica de vida a circunstancias que no serán cotidianas en el mundo sino un siglo más tarde. La novela, además de un difícil e interesante tema para la época, muestra muchas de las costumbres venezolanas, especialmente, las de la vida de Caracas. Su personaje de la obra, María Eugenia Alonso, escribe en su diario: “El pensar y tener iniciativa no está bien visto en una señorita decente”, y ella ve cómo ser una mujer inteligente es prácticamente un pecado, cuando toda la sociedad pesa en su contra y le pide que se calle, que se case, que se someta)
Fuentes:
Biografías y vidas, wikipedia, venezuela tuya, blog de Marial Lazzaro
LANIERI, MORENA CARLA: El memorialismo discursivo en Ifìgenia de Teresa de la Parra. Università di Genova. --> PDF
Zambrano, Gregory: “Teresa de la Parra: escritura de la pasión emancipada (A propósito de “Influencia de la mujer en la formación del alma americana”, y “Tres Conferencias”, 1930)”.--> PDF