La devoción al Sagrado Corazón en Teresa de Lisieux y Teresa de Los Andes, a la luz de la encíclica Dilexit nos
Ciro García, ocd
Partiendo de la encíclica del Papa Francisco, como clave de lectura, trazamos un camino de acercamiento entre sus enseñanzas y la espiritualidad de nuestras dos santas carmelitas, haciéndonos eco de algunos aspectos de sus escritos que encuentran una resonancia en la encíclica.
- Una clave de lectura
La carta encíclica del papa Francisco sobre el Corazón de Jesús fue presentada por el teólogo italiano Bruno Forte como una clave de lectura del magisterio del Papa. Representa, por otra parte, el núcleo de la espiritualidad ignaciana, en la que él, como jesuita, se formó y promovió. De ahí las referencias frecuentes a los grandes temas de los ejercicios de san Ignacio, particularmente en los números 143-147.
Este entronque de la devoción al Corazón de Jesús imprime a la encíclica una proyección histórica, que tiene en cuenta la situación de la humanidad, herida en su corazón por las guerras, los disturbios y la violencia. El Papa quiere trazar un camino para restañar esas heridas y ofre cer un programa de convivencia y de fraternidad, que va más allá de la simple piedad cristiana o de la condición creyente. Esta característica está presente en todo su magisterio pontificio, a cuya luz adquieren sentido sus anteriores encíclicas sobre temas sociales, como Laudato Si (2014) y Fratelli Tutti (2020).
Dilexit nos (2024) es una clave de lectura o de interpretación de todo su magisterio. Esta interpretación da a la devoción del Sagrado Corazón una dimensión social, que posiblemente antes no tenía. Efectivamente, en ella se encuentra la fuente, que sana nuestras heridas, que es el amor. El Papa Francisco, consciente del drama del enorme sufrimiento producido por las guerras y las numerosas violencias que nos afligen, quiere estar cerca de los que sufren, proponiendo el mensaje de amor divino revelado en Jesucristo.
Así lo dice expresamente al final de su escrito: “Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si’ y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común” (n. 217).
Esta dimensión social, que brota del Corazón de Jesús, está ausente en los escritos de Teresa de Lisieux y de Teresa de Los Andes, aunque ambas la expresan desde otras perspectivas.
El Papa invita desde el principio a poner en el centro de nuestra vida el amor representado en el Corazón de Jesús; lo hace siguiendo estas líneas de desarrollo en cinco capítulos:
- La importancia del corazón en el mundo moderno (nn. 2-30; II. Los gestos y palabras de amor de Cristo (nn. 32-47); III. La reflexión de la Iglesia sobre el Corazón de Jesús (nn. 48-91); IV. La relectura de las Sagradas Escrituras (nn. 92-163); V. La dimensión comunitaria y social de la devoción al Corazón de Cristo (nn. 164-216); Conclusión: Abrir el corazón (nn. 17-20).
Las palabras con las que el Papa Francisco concluye esta encíclica nos ayudan a abrir nuestro corazón: «Pido al Señor Jesús que de su Santo Corazón broten ríos de agua viva para que todos podamos sanar las heridas que nos infligimos a nosotros mismos, para fortalecer nuestra capacidad de amar y servir, para empujarnos a aprender a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso es hasta que celebremos juntos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, que armonizará todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. ¡Que siempre sea bendecido!» (n. 220).
Dentro de este esquema expositivo destacamos los siguientes puntos, que tienen una afinidad con las enseñanzas de Teresa de Lisieux y de Teresa de Los Andes:
- La importancia del corazón que une los fragmentos (n. 17) y la necesidad de volver al Corazón de Cristo, frente a las urgencias actuales, en una hora histórica que es en muchos sentidos dramática, marcada por guerras y conflictos que parecían un recuerdo lejano y que, en cambio, se han convertido en una realidad trágica en poco tiempo. “El mundo puede cambiar desde el corazón” (n. 28ss).
- Volver a proponer la buena noticia del amor de Dios por cada ser humano significa recordar a todos la fraternidad que nos une ante el único Padre y el amor que cambia el corazón y la vida de quien quiere acogerlo en sí (n. 89).
- Por eso es importante volver al corazón(nn. 9-16): es el corazón el que une los fragmentos (nn. 17-23) de la vida vivida, realizando la armonía de toda la persona, como lo demuestra el ejemplo de la Virgen María (n. 19).
- Algunas manifestaciones de esta devoción
Cita a Juan Pablo II respecto al desarrollo del culto al Sagrado Corazón: “San Juan Pablo II presentó el desarrollo de este culto en los siglos pasados como una respuesta al crecimiento de formas de espiritualidad rigoristas e incorpóreas que olvidaban la misericordia del Señor, pero al mismo tiempo como una llamada oportuna a un mundo que busca construirse sin Dios» (n. 80).
-Comenta el papa Francisco: “Los jansenistas, en el rigor de su acercamiento al misterio divino, «despreciaban todo lo que era humano, afectivo, corporal, y finalmente creían que tal devoción nos alejaba de la adoración más pura del Dios Altísimo» (n. 86).
-Según él la situación hoy es profundamente diferente: «Más que el jansenismo, nos encontramos ante un fuerte avance de la secularización, que aspira a un mundo libre de Dios. A esto se añade el hecho de que en la sociedad se multiplican diversas formas de religiosidad sin referencia a una relación personal con un Dios de amor…» (n. 87).
-Más adelante el Papa señala el lugar del Sagrado Corazón en la espiritualidad de la Compañía de Jesús, que «siempre ha propuesto un ‘conocimiento interior del Señor para amarlo y servirlo mejor'» (n. 144).
-El fruto de la devoción al Sagrado Corazón es “el amor por amor”. Suscita también una intensa experiencia de consuelo: “Deseosos de consolarlo, salimos consolados» (n. 161).
-A esta luz comprendemos también el significado profundo de la idea de reparación: «Junto con Cristo, sobre las ruinas que dejamos en este mundo con nuestro pecado, estamos llamados a construir una nueva civilización del amor» (n. 182).
-Se desprende de aquí la misión de la Iglesia: «A la luz del Sagrado Corazón, la misión se convierte en una cuestión de amor … La misión requiere misioneros que estén enamorados, que todavía se dejen conquistar por Cristo y que no puedan dejar de transmitir este amor que ha cambiado sus vidas» (nn. 208-209). “Aquí es donde hay que situar el papel decisivo de la comunidad” (n. 212).
-Finalmente cabe destacar cómo desde estas premisas, la encíclica se enmarca dentro de los dos Jubileos convocados por el Papa: el de la Misericordia (2016) y el de Peregrinos de la Esperanza (2026).
- Historia del culto al Sagrado Corazón
En este contexto se comprende mejor el amplio recorrido de la encíclica. Comienza desentrañando el sentido bíblico del “corazón” como centro de la persona y de todas sus acciones; recoge el mensaje bíblico del amor misericordioso de Dios en la historia de la salvación; destaca las grandes figuras de la historia de la Iglesia que nos han transmitido este mensaje; y se detiene en las figuras de la espiritualidad moderna, que han difundido la devoción al Corazón de Cristo, a partir de sus experiencias espirituales, de manera que a lo largo de la historia el culto al Corazón de Cristo no se manifestó de idéntica manera (nn.109-142).
Dentro de esta historia el Papa nombra a varias santas mujeres que han narrado experiencias de su encuentro con Cristo, fuente de vida y de paz interior: santa Lutgarda, santa Matilde de Hackeborn, santa Ángela de Foligno, Juliana de Norwich, santa Gertrudis de Helfta, los monjes cartujos, particularmente Ludolfo de Sajonia, santa Catalina de Siena, san Juan Eudes, san Francisco de Sales, santa Margarita María de Alacoque (las revelaciones de Paray-le-Monial), san Claudio de La Colombière (nn. 125-132). san Carlos de Foucauld (nn. 129-131) y santa Teresa del Niño Jesús (nn. 133-142), quienes han reconfigurado algunos elementos de la devoción al Corazón de Cristo, de un modo más fiel al Evangelio.
El Papa finaliza la historia de la devoción al corazón de Cristo, haciéndose eco de las resonancias en la Compañía de Jesús y de los Ejercicios de san Ignacio, señalando su estrecha relación con el Evangelio (nn. 143-147).
El documento se presenta como una respuesta espiritual a los desafíos actuales, incluidos los conflictos en Ucrania y Tierra Santa, proponiendo un camino basado en el amor y la comprensión mutua en lugar de la lógica de la fuerza.
Siguiendo esta tradición de la devoción al corazón de Cristo, vamos a abrir el arco de nuestro comentario a otra figura, santa Teresa de Jesús (de Los Andes) que, si bien no viene citada, está presente en la vida y mensaje de santa Teresa del Niño Jesús, en cuya Historia de un alma se inspira su vida.
- Resonancias de Teresa de Los Andes
En Teresa de Los Andes hay varios aspectos fundamentales de su vida que encuentran una resonancia en la encíclica del Papa. Señalamos algunos.
Su formación humanista
Ante todo está la formación humanista que recibe en el colegio que frecuentó durante casi doce años, muy en consonancia con lo que dice el Papa sobre la importancia del corazón. Desde esta atalaya va tejiendo los hilos de su vida familiar y de su entorno social. Destaca un grupo de amigas íntimas con las que mantiene una correspondencia centrada en los valores humanos y religiosos, fruto de la formación recibida en el colegio. No hay que olvidar, por otra parte, los ejercicios espirituales que impartían los religiosos de la Compañía del colegio de San Ignacio, tan presentes en las enseñanzas del Papa y, por supuesto, en los escritos de las dos Teresas.
Así describe el estilo educador de las Religiosas del Sagrado Corazón la fundadora del colegio, Ana du Rousier, al hacer su presentación al Arzobispo Valdivieso, que gestionó su venida a Chile: Se busca adornar el espíritu por conocimientos útiles, variados, y dar relieve a esa instrucción por las bellas artes; se dedica sobre todo a formar el corazón de las jóvenes a las virtudes sólidas, a los sentimientos nobles, elevados, a enderezar el carácter y despojarlo de lo que la naturaleza o los primeros hábitos hubieran podido introducir en él de defectuoso. En fin, trabaja por darles modales gratos y atrayentes, que sean un día el consuelo y agrado de sus familias[1]
Va directamente al grano, a lo esencial: el corazón, en el sentido bíblico, lugar donde radica no solo la afectividad y sensibilidad sino la sabiduría, donde se deciden las opciones trascendentales para la vida: éste fue el sello que Ana du Rousier y sus seguidoras dejaron en Chile[2].
Este estilo educativo está en consonancia con la importancia del corazón en la vida personal y social, señalada por el Papa Francisco en su encíclica.
De corazón a corazón
Teresa de Los Andes ama de corazón; cuando ama, ama para siempre, porque la fuente de su amor es el amor infinito de Dios. Así se lo explica a Lucho, su hermano más querido, en una carta de despedida, cuando ingresa en el Carmelo (C 81); está escrita «de corazón a corazón»; le expone “cuál es el móvil de su vida”, es el conocimiento de Dios, la verdad inmutable que no pasa: “Solo un conocimiento, una verdad no se oscurece, porque está basada en lo inmutable. Solo un bien, solo un amor no se destruye, porque es eterno e infinito”. Todo pasa, también nosotros, solo Dios permanece: “Solo Él vale la pena de ser conocido y amado”.
Déjame, Lucho querido, hablarte de corazón a corazón. Tu hermana carmelita viene a mostrarte cuál es el móvil de nuestra vida, el fin primordial de todo hombre, de todo cristiano: «Conocer, amar y servir a Dios aquí en la tierra para alcanzar el cielo»[3]. ¿Qué importa, Lucho querido, todo lo de la tierra, la ciencia, la gloria, los honores, si todo esto ha de concluir? La muerte todo lo disipa. Solo un conocimiento, una verdad no se oscurece, porque está basada en lo inmutable. Solo un bien, solo un amor no se destruye, porque es eterno e infinito. Todo pasa en la vida, menos nuestras obras buenas. Lucho, nosotros también pasamos. Solo un Ser queda siempre el mismo: Dios. Amémosle, pero antes, conozcámosle. Solo Él vale la pena de ser conocido, porque es infinito. Lucho querido, ¿por qué no buscar a ese Ser, el único necesario? Amémosle a Él y seremos felices, por cuanto Dios es el objeto de nuestro entendimiento y voluntad.
Esta carta sintoniza con la exhortación del Papa a profundizar en el amor de Dios.
Su devoción al Corazón de Jesús, “mi centro y mi morada”
Esta devoción prende tempranamente en su vida en la práctica religiosa, muy extendida en su tiempo, de la entronización del Corazón de Jesús en los hogares, en la que ella participa con ardiente entusiasmo. Contrasta esta práctica religiosa con el ambiente de la secularización progresiva, a la que alude el Papa. Pero habla también de la importancia que tiene en la vida cristiana.
Para Teresa de Los Andes es una relación de intimidad, que se inicia tempranamente en su vida y va in crescendo marcando el ritmo de su maduración humana y espiritual. Esta relación adquiere especial relieve a partir de la primera comunión (1911). Y se intensifica con nuevos encuentros y gracias místicas que recibe ya desde los 14 años. Culmina en la unión esponsal, que llega a su meta en el Carmelo (1919).
Le escribe a este propósito a su madre: He comprendido aquí en el Carmen mi vocación. He comprendido como nunca que había un Corazón al cual yo no conocía ni honraba. Pero ahora Él me ha iluminado. En ese Divino Corazón es donde he encontrado mi centro y mi morada. Mi vocación es el producto de su amor misericordioso (C 162).
Para el Papa Francisco la devoción al Sagrado Corazón constituye un aspecto fundamental de la vida cristiana.
Perspectiva trinitaria
El Papa desarrolla en su encíclica la perspectiva trinitaria de la devoción al Corazón de Jesús (nn. 70-77 y 204). Lo hace desde una perspectiva bíblica: vamos al Padre por Cristo impulsados por el Espíritu.
Teresa de Los Andes ve siempre este misterio en dependencia del Padre, que envía a su Hijo para la redención del mundo. Esta perspectiva comprende como núcleo central el misterio de la pasión y muerte del Señor. Se puede decir que éste era el centro de sus catequesis a los niños y de su participación en las misiones rurales.
Aplicando este misterio redentor a su vida personal, destaca por una parte el seguimiento e imitación de Cristo crucificado, que es el centro de su vida y de su anhelo más profundo. Por otra, la experiencia de su misericordia que perdona sus pecados. En este contexto invoca la misericordia divina para con los pecadores, pues es el Pastor que va en busca de la oveja descarriada (C 150).
Su ofrenda al amor misericordioso
Esta ofrenda es el eje de su vivencia y de su espiritualidad, con tres grandes hitos: su encuentro con el Corazón de Jesús (D 7); su ofrecimiento como víctima al Padre (D 46); su iluminación Trinitaria con una nueva llamada a la inmolación (D 56).
Esta vivencia espiritual tiene un paralelismo con las enseñanzas de la encíclica del papa Pío XII sobre la devoción al Corazón de Jesús y su sentido reparador, ratificadas por el Papa Francisco, que hace un recorrido por el magisterio reciente, desde Pío XI a Benedicto XVI (nn. 78-81).
Para comprender mejor estas enseñanzas, hay que tener en cuenta el ambiente espiritual en que vivía Teresa de Los Andes (en la familia, en el colegio, en el Carmelo) dominado por el espíritu de reparación consoladora, que en definitiva provenía del ambiente de Paray-le-Monial. El papa Pío XI lo recogió en la encíclica “Miserentissimus Redemptor” (1928). No todos lo explican del mismo modo, pero tenía un sentido reparador, inspirado en el quasi-sufrimiento de Dios por los pecados del mundo, que había que reparar.
Muchas de las expresiones de Teresa de Los Andes reflejan este espíritu, favorecido por cierta tendencia jansenista de la época. Pero nuestra santa, de la mano de Teresa de Lisieux, cambia el signo de esta devoción, destacando el amor misericordioso divino que se encierra en el Corazón de Jesús.
La devoción al Corazón de Jesús es inseparable de su humanidad, como afirma el Papa Francisco (n. 49). Es también uno de los aspectos destacados por la encíclica de Pío XII, juntamente con su dimensión trinitaria[4]. En este sentido podemos decir que el pensamiento de Teresa de Los Andes sobre el Corazón de Jesús se adelantó a las enseñanzas de la encíclica pontificia, publicada 36 años más tarde de su muerte, cuando estaba ya en marcha su proceso de beatificación.
Uno de los fines de la encíclica es “poner en claro la íntima conexión existente entre la forma de devoción que se debe tributar al Corazón del Divino Redentor y el culto que los hombres están obligados a dar a su amor y al amor de la Santísima Trinidad a todo el género humano” (n. 5). Ello queda patente principalmente al exponer las manifestaciones del triple amor del Corazón de Jesús: el divino del Verbo Encarnado (“que en Él es común con el Padre y el Espíritu Santo”, n. 15) y el humano, tanto el espiritual como el sensible, en su vida temporal y pasible en la tierra y en su vida eterna y gloriosa en el cielo.
“El culto al Corazón de Jesús se identifica sustancialmente con el culto divino y humano al Verbo Encarnado, y también con el culto al amor mismo con que el Padre y el Espíritu Santo aman a los hombres pecadores” (n. 25). “La religión de Jesucristo se funda toda en el Hombre-Dios Mediador, de manera que no se puede pasar por el Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo” (n. 29).
Este aspecto trinitario de la devoción al Corazón de Jesús, puesto de relieve por la encíclica, que el mismo Papa Francisco corrobora, es una novedad en los documentos de la Iglesia sobre esta devoción. El pensamiento de Teresa de Los Andes refleja esta novedad, habiendo sido iluminada por el Señor acerca de su devoción al Corazón de Jesús.
Esta es la experiencia que relata en carta a Carmen de Ortúzar (C 105) y dos semanas después a su prima Elisa Valdés Ossa (C 109). Ambas reflejan su ardiente amor al Corazón de Jesús, que les quiere transmitir. Hay que tener en cuenta que entre las dos cartas ha tenido el retiro preparatorio de Pentecostés, que supuso para Teresa un enriquecimiento espiritual maravilloso. Admira cómo una joven que aún no ha cumplido los 19 años acierta a juntar su amor y devoción al Corazón de Jesús y a la Santísima Trinidad; o mejor, a ir a la Santísima Trinidad a través del Sagrado Corazón.
Este camino lo hace de la mano de Isabel de la Trinidad, que leyó cuando tenía 15 años (D 16) y volvió a leer con más detenimiento en julio de 1917, cuando estaba enferma (D 28). Sin embargo, la vida trinitaria no hará en ella su eclosión hasta su encuentro con Elisa, que era muy devota de Isabel de la Trinidad, de quien había aprendido su amor y devoción al Dios Trino.
En los meses de verano (enero-febrero de 1919) que pasó en el fundo San Pablo, escribió Juanita dos notas en su diario sobre la Santísima Trinidad (D 51 y 52). Al día siguiente le explica al claretiano P. Julián Cea esta experiencia (C 66). Isabel de la Trinidad era devota también del Corazón de Jesús; pero Teresa de Los Andes no vio en ella que uniera el Corazón de Jesús a la Santísima Trinidad y tampoco ella lo hacía, hasta que llegó al Carmelo (C 109 y 113).
Para concluir, destacamos algunos aspectos de la historia reciente de la devoción al Sagrado Corazón, trazada por la encíclica del Papa Francisco, que nos ayudan a comprender mejor el pensamiento de Teresa de Los Andes.
Esta devoción tiene una larga tradición en la Iglesia, con diversas manifestaciones entre el pueblo. Se difundió inicialmente como reparación debida al Corazón de Jesús por las ofensas. Pero su significado más profundo ha ido concentrándose en el amor de Dios, revelado en su Hijo desde la eternidad (Jn 3,16; Rm 8,32).
Esta perspectiva proclama la centralidad del amor de Dios en la historia de la salvación. En esta historia de amor Dios nos sale al encuentro y trata de atraernos, llegando hasta el Corazón traspasado en la cruz. Nos recuerda también que Jesús se entregó a sí mismo por nosotros, invitándonos a hacer de nuestra vida una ofrenda permanente.
Este es el camino que recorre Teresa de Los Andes en su devoción al Corazón de Jesús: va del Corazón de Jesús a la Santísima Trinidad; o mejor, de la Santísima Trinidad al Corazón de Jesús.
Como colofón, estas palabras del Papa Francisco:
“Nuestra relación con el Corazón de Cristo se transforma bajo ese origen de la gracia. Cristo mismo no desea que nos detengamos sólo en él. El amor de Cristo es «revelación de la misericordia del Padre». Su deseo es que, impulsados por el Espíritu que brota de su Corazón, con él y en él vayamos al Padre. La gloria se dirige hacia el Padre por Cristo, con Cristo y en Cristo” (n. 77).
- Bajo la inspiración de Teresa del Niño Jesús
Teresa de Los Andes leyó a los quince años y por recomendación de la M. Julia Ríos, a quien dedica su Diario, la Historia de un alma de Teresa del Niño Jesús, en quien se ve reflejada bajo muchos aspectos.
Me recomendó para leer la vida de Santa Teresa y de Teresita del Niño Jesús. Yo le dije que la había leído varias veces y saco tanto provecho; pues su alma tiene algunos puntos parecidos a la mía[5]. Y también porque yo, como ella, he recibido muchos beneficios de Nuestro Señor, que la hicieron que llegara muy luego a la perfección; mientras que yo le pago tan mal a Jesús. Esto me estremece y le prometo ser mejor (D 13 de julio de 1915).
La impactó la carta escrita a su hermana María del Sagrado Corazón, cuya lectura tan vivamente recomienda el Papa Francisco en su encíclica (n. 138). Es la carta 196, escrita el 17 de septiembre de 1896, que figuraba en la Historia de un alma como capítulo IX y ahora como Ms B.
El Papa, preocupado por la conexión de esta devoción con el Evangelio, presenta la vída de santa Teresa del Niño Jesús como “la síntesis encarnada del Evangelio” (n. 90) y con “algunas características propias más allá de las formas como se expresaba en aquel momento” (n. 133), superando todo “dolorismo” y toda forma de jansenismo. Su devoción se basa más en el abandono y en la confianza, que en los méritos propios (cf. nn 133-142).
El Papa cita, a este propósito, una serie de textos la santa de Lisieux (su poesía al Corazón de Jesús, carta a sus hermanas María, Leonia y Celina crtas a los dos hermano misioneros, Roulland y Belliére), cuyo punto de convergencia es poner en el centro de su vida el amor misercordioso de Dios, al cual se abandona. Es la esencia de su caminito espiritual, que quiere transmitir a sus interlocutores, como camio de santidad y de evangelización
El tema está ya bastante estudiado, de manera que cesa: nos ahorra nuestro comentario.
Solo queremos señalar el punto de confluencia con santa Teresa de Los Andes. También ella lo fía todo al amor y a la misericordia de Dios. Podemos hablar de dos caminos paralelos en el descubrimiento del Evangelio y de la misericordia de Dios, que han cambiado el signo de la espiritualidad contemporánea.
Ambas son una respuesta a las dos preocupaciones que refleja el pensamiento del Papa, como dos hilos conductores de su encíclica: la relación de la devoción al corazón de Cristo con el Evangelio y la propuesta del amor misericordioso de Dios, manifestado en Jesucristo, como la buena nueva que el mundo espera.
[1] Esta relación es de una religiosa de la Congregación, conservada en el Archivo General; es relativamente reciente, del año 2005. En ella se basan los datos fundamentales que aquí ofrecemos sobre el programa de estudios del Colegio del Sagrado Corazón, frecuentado por Juanita. Para un estudio más completo y más documentado, véase: Alexandrine de la Taille-Trétinville, El legado de la educación «a la francesa» en Chile: mujeres, cultura y prácticas de piedad (1870-1920), in “Boletín Americanista”, n.º 82, Barcelona, 2021, págs. 55-75. He aquí el resumen del artículo: “El modelo de la Sociedad del Sagrado Corazón llegado a Chile en 1854 entrega a las mujeres una educación del mejor nivel para su tiempo, lo que permite a las alumnas no solo ser parte de una élite intelectual reconocida en el mundo entero, sino también cooperar en las redes culturales francesas que implicaban la circulación de saberes y prácticas de piedad. Este artículo propone una aproximación histórica —en el paso del siglo XIX al XX— a las nuevas devociones francesas como un efecto concreto del exitoso asentamiento de las nuevas congregaciones de vida activa en el fin del mundo. Específicamente, se centra en advocaciones marianas y lecturas edificantes que las «hijas del Sagrado Corazón» difundieron y cuya vigencia se reconoce hasta hoy”.
[2] Era una educación inspirada en la oración y la vida interior que une a cada maestra al Corazón de Cristo y por eso puede llegar al corazón de sus alumnas, privilegiando la calidad de las relaciones, ya que se trata de un trabajo en comunión solidaria, en un ambiente de familia en el que cada una recibe un trato personalizado.
[3] San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales: “Contemplación para alcanzar amor”.
[4] Cf. Pío XII, Haurietis aquas, 15 de mayo de 1956. Para un comentario a la encíclica remitimos a Édouard Glotin, Me amó: El corazón misericordioso de Jesús, Fonte-Monte Carmelo, Burgos, 2024, p. 255-308.
[5] La vida de Juanita se ve reflejada en la Historia de un alma de Teresita: su alma tiene algunos puntos parecidos a la mía. Ella no habla del camino de infancia espiritual, del “caminito” o de la pequeña vía. Su punto de convergencia es el cumplimiento de la voluntad de Dios en las cosas pequeñas y las innumerables gracias recibidas. Teresita se considera “un alma pequeña”; Juanita, “una nada criminal”, una nada insignificante, que repite varias veces. Teresita del Niño Jesús entró en el Carmelo a los 15 años y falleció en 1897. Las dos se ofrecen como “Víctimas del Amor Misericordioso”.