Teresa Wilms Montt (1893 - 1921) fue una poeta chilena de corta e intensa vida que se enfrentó a la sociedad de su tiempo. De buena familia, se casó a los 17 años en contra de la voluntad de su padre, con Gustavo Balmaceda Valdés, con quien tuvo dos hijas, Elisa y Silvia. La familia se iría a vivir a Iquique, la capital del salitre, donde Teresa "descubriría" la vida, mezclándose con gente de diferentes estratos sociales y donde se iniciaría en la política. Se adscribe a la masonería y se declara anarquista. De esa época, consta en su diario:
Entré de lleno a esa vida que no conocía y que me era interesantísima.
Adquirí gustos poco correctos pero agradables y para ser una mujer poco vulgar, con una aureola novelesca. Todo el mundo me quería.
Nuestras noches eran alegres y sentimentales, se declamaba y se tocaba la guitarra.
Se hablaba de Azorín, de Sócrates, de Rouge de Lisle, de Baudelaire, etc, y en esos temas, llegaba el día, y el sueño.
El poeta Silva (Víctor DomingoSilva), que era el sobresaliente en nuestras reuniones, me hacía versos delicados y pasionales, yo los recitaba después, con todo mi arte para emocionarlo.
Es cierto, mi temporada (tres años en el Norte) constituyó una gran experiencia... Alí aprendí a vivir la verdadera vida. Conocí lo que es para las mujeres de mi clase un misterio, la verdadera miseria material y moral; los corazones y las pasiones bajas, mezquinas y grandes, los vicios... Y todo lo que conoce un hombre. Mi alma salió pura de la prueba, pero asqueada y con un fondo de amargura eterna.
La pareja se llevaba mal y a su regreso a la capital, harta de los celos y el alcoholismo del marido, se enredó con un primo lejano de éste. Rebelde, sindicalista, feminista y adúltera, un Tribunal Familiar decide meterla en un convento, de donde huye a Buenos Aires con la ayuda de Vicente Huidobro, dejando atrás al marido y a sus hijas.
En Buenos Aires frecuenta la bohemia literaria y publica su primer libro, una colección de poemas de tono surrealista, Inquietudes Sentimentales. Luego publicaría Tres Cantos, una obra en la que explora el erotismo y el espíritu. Ambas obras obtuvieron muy buena crítica. También en Buenos Aires, publicó unos años después Cuentos para hombres que todavía son niños, unos cuentos llenos de fantasía en los que habla de la infancia .
Después de que un enamorado se suicidara delante suyo. viajó a Nueva York, donde, confundida con una espía alemana, fue detenida. Aclarado el malentendido,viajó a Barcelona, luego a Londres y a Madrid.
En Madrid frecuentó a Gómez de la Serna, Gómez Carrillo y Ramón Valle-Inclán, que escribió el prólogo de los libros que publicó en España. Aquí escribía bajo el seudónimo de Teresa de la Cruz (En la Quietud del Mármol y Mi destino es errar) .
Bellísima y misteriosa, fue la única modelo rubia que pintó Romero de Torres.
Viajó por Sevilla, Córdoba, Granada, trasladándose en 1920 a París. Allí pudo reencontrarse con sus hijas por primera vez después de cinco años. Volver a separarse de ellas al regresar las niñas a Chile, la sumió en una depresión. Se suicidó con una sobredosis de Veronal en la habitación de un hotel de París en 1921. Tenía 28 años de edad.
Hay en mi alma un pozo muerto, donde no se refleja el sol, y del que huyen los pájaros con terrores de virgen ante un misterio de cadáveres.
Mi alma es un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida.
Mi alma es un campo desbastado donde el rayo quemó hasta las raíces, y donde no puede florecer ni el cardo.
Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.
Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango.
Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía.
Ruth González-Vergara, dice que “la obra de Teresa Wilms Montt, aunque es escueta, ofrece un interés enorme por el aporte innovador de sus temas, improntas y manejo del lenguaje. Esto unido a su extraordinaria personalidad, la singularidad de sus actuaciones, sus viajes y desplazamientos, múltiples y en breve tiempo y, en especial, por ese hálito emancipador que animó todas las cosas que emprendió en su corta existencia”. (1993, p.201).
Vicente Huidobro, dijo que “Teresa Wilms es la mujer más grande que ha producido la América. Perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia..” (O.C., 1976).
Edwards Bello la definió así en sus Crónicas (1924): "Una chica intoxicada de literatura y con el vicio chileno de lo trascendental".