También hemos aprendido, por aquello de que a la fuerza ahorcan, que incluso podemos estar peor, y que desde la izquierda, la culpa la tiene la derecha, y, por supuesto, que al revés. Y al final, como decía la canción, seguro que la culpa fue del chachachá. Siempre tan proclives a echar la culpa a alguien, y no a encontrar el camino para enmendar errores posteriores.
No tengo la intención de que se llenen las “Urgencias” de este país, y menos tal noche como la de hoy, con personas en estado comatoso, sino que en una especie de brindis al sol, o de "que lo que no te mata te hace más fuerte", me voy a ir vacunando, con cada campanada, contra pecados, o defectos, como la envidia, el pelotazo, el egoísmo, el “hoy yo primero, y mañana también”, el culto al cuerpo por el culto al cuerpo, y dentro de ese cuerpo, más yermo que la mojama, suponiendo que la mojama sea yerma, no encuentras nada.
Hoy terminamos un libro, de nuestra propia biblioteca. Un ejemplar, de una vida que normalmente no suele serlo, que huele a amor, a decepción, a tristeza, a alegría. Un libro que resume una vida, la del propio interesado, y del que tenemos que aprender, para que el que inauguremos mañana, tenga menos borrones, menos zonas oscuras de nuestra cara oculta. Eso, en el mejor de los casos, de que lleguemos a inaugurar el libro del mañana, porque la vida ya es tan precaria en sí, como esos contratos de un día, que no sirven para dar de comer, sino para bajar la cifra de parados, y no la de muertos de hambre.¡Año Viejo, que te den!
*FOTO: DE LA RED