Revista Cultura y Ocio

Terminó Sin Identidad: qué pena, la memoria que no olvida

Por Tesnehuen

Valentía no es un sustantivo que acompañe mucho a palabras como televisión; pero a veces ocurre. Hay todavía en el mundo personas incapaces de atarse a la norma. Hombres y mujeres que se atreven a poner en palabras el gran mal de todos los tiempos: el peso de las tradiciones y de los mandatos. Los creadores de la serie "Sin Identidad" entran en ese reducido grupo y vienen a recordarnos (o a decirnos por vez primera) que aquí en España también se puede hacer buena televisión.

Terminó Sin Identidad: qué pena, la memoria que no olvida

Me ha sorprendido positivamente Antena 3 al apostar por una serie que pone en duda lo básico, la representación mínima de la vida en sociedad: la familia. Ayer terminó la emisión de la serie y ya estoy echando de menos a los personajes. Y es que pocas veces se combinan con tanta elocuencia buen gusto, sarcasmo, dolor y un guión atrapante de principio a fin.

Empatía es otro sustantivo con el que no estamos tan familiarizados y que suele aparecer cuando lo que vemos nos conmueve al punto de quebrar nuestro sostén. Encender la televisión y encontrarme con que afuera todas las familias son felices y que, las que no lo son siguen unidas intentando conseguir (o soñando con ello) la relación fantástica que se supone debe caracterizar a estos grupos, despierta en mí toda clase de sensaciones; pero no la empatía. Muchas cosas me unen a María Fuentes; principalmente, la necesidad de una nueva identidad y su rechazo por la propia sangre.

María Fuentes es uno de los primeros personajes con los que me siento cerca; a la que he seguido con una ansiedad inusitada (rogando que los guionistas no la convirtieran en una hija modelo que "se recupera" y que "perdona", dos verbos que me causan un cierto resquemor). En María Fuentes se pone en dudas la inocencia que se le otorga al concepto de familia en las series de todas las épocas, y esta idea es llevada al límite al ser uno de los hilos fundamentales de la trama el deseo de venganza, de hacerle pagar a sus familiares por el daño que le hicieron en el pasado.

María Fuentes vuelve a España después de haber pasado muchos años en una prisión de China para vengar a su familia (vengar es un verbo que me parece más sensual que perdonar; las cosas como son). Para llevar a cabo su plan asume una nueva identidad, la de Mercedes Dantés y busca la ayuda de Pablo quien será la única persona en la que ella podrá confiar (esos amigos que escasean y que para las personas huérfanas resultan tan necesarios). La serie se encuentra llena de ironía, de personajes perversos y de relaciones que se rigen por la ambición y el postureo. Lo propio que hay en muchas familias.

Terminó Sin Identidad: qué pena, la memoria que no olvida

Sin identidad es una serie que además deja en evidencia no sólo que en España hay excelentes guionistas: Manuel Ríos San Martín (publiqué hace poco una reseña sobre su novela "Círculos"), Sergi Belbel, Cristina Clemente, Victoria Dal Vera, Ramón Tarrés y Mónica Martín-Grande, sino también actores de una gran talla: Lidia Bosch, Megan Montaner, Veronica Sánchez, Eloy Azorín, Tito Valverde y Daniel Grao. Y me quedan muchos afuera, lo siento.

Valentía es una palabra que cada vez escasea más en este mundo; por eso, cuando asoma su cresta y me recuerda que no todo está perdido es como si me insuflaran aire con una bomba gigantezca. Qué pena que nuestra memoria no funcione como una tarjeta SD y que no tengamos la opción de borrar las buenas lecturas y series para volver a verlas una y otra vez con la ilusión y el entusiasmo de la primera.

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