Hace camino de tres años Mariano Villarreal tuvo la idea de compilar una antología en la que se recogiera lo mejorcito de la ciencia ficción escrita en castellano entre relatos y novelas cortas, así como un puñado de obras foráneas escogidas por su calidad sobresaliente, en su mayoría de autores poco conocidos por aquí o incluso inéditos. El punto común era presentarnos la originalidad en la especulación y la reflexión desde la naturalidad y las historias cotidianas más que desde los blasters y las batallas espaciales. Se realizó una pequeña pero constante campaña de crowdfunding (o micromecenazgo, como lo llamaron) y hace 2 navidades surgió Terra Nova bajo el sello de Sportula. Tal fue su acogida de crítica y público, como se suele decir, que las navidades pasadas y ya con la editorial Fantascy (división para cifi y fantasía de la todopoderosa Penguin House Mondadori) apareció Terra Nova vol 2., con idéntico y excelente resultado. Para esta campaña navideña y bajo el mismo sello aparece Terra Nova vol. 3 intentando repetir el éxito de sus predecesoras.
Lo primero que hace cualquier lector al llevarse una antología a las manos es ver la lista de autores, por supuesto. Es de agradecer que repita Ken Liu, excelente escritor que ya destacara en los volúmenes anteriores. Es el primero que he buscado, y encontrado. También hay otros nombres desconocidos a fecha de hoy (para mí), así como pesos pesados nacionales (Emilio Bueso, Eduardo Vaquerizo) y otros escritores que firman en castellano, de trayectoria no tan dilatada, pero con camino ya andado. La mayor sorpresa ha sido hallar a China Miéville y a Paolo Bacigalupi, dos grandes estrellas a nivel mundial hoy día, algo así como encontrar a Heinlein y a Clarke juntos hace unas cuantas décadas.
Lleno de esperanzas, paso a los componentes de la antología, uno por uno:
Empezamos por uno de los tops, Bacigalupi con su El jugador. Aquí nos encontramos con un periodismo digital casi exento de valores en el que Ong, el protagonista, es uno de los pocos que sigue escribiendo sobre cosas que realmente importan frente al resto de sus colegas, que son en su mayoría cazadores de visitas, medidas al segundo según una nube de tendencias llamada la Vorágine. ¿Es posible un equilibrio o una convivencia de ambos? Curiosamente es un dilema también propuesto en la última temporada de la excelente serie The Newsroom. El jugador, finalista de los principales premios internacionales, un impecable arranque para la antología.
Con Mono no aware, Ken Liu sigue dando muestras de su habilidad para contarnos historias encuadradas en un marco de sensibilidad inesperada, en esta ocasión en un relato con dos líneas temporales: la de los últimos días de la Tierra y la de un viaje espacial posterior, en busca de un nuevo lugar, reflexionando acerca de pasado y futuro. Puede que deje ganas de más desarrollo, pero le valió a Liu para ganar otro Hugo.
La cuerda es el mundo, de China Miéville, es la crónica en formato periodístico, casi de libro de historia, de la creación de uno de esos mundos tecnológicos coloridos y peculiares tan del gusto del británico. Es posible que no sea la primera vez que nos encontramos con la idea de los ascensores espaciales, pero con este formato, el concepto resulta no solo muy original sino que también ameno.
Con La próxima vez que se desate la tormenta sobre nosotros, Emilio Bueso crea una alegoría muy adecuada para estos tiempos inciertos y que en cuanto comprendamos la clave del texto y el juego que nos propone el autor, degustaremos con placer mientras alternamos amplias y humorísticas sonrisas con suspiros de inquietud, para dejar un deliberado mal sabor de boca en un final redondo.
En M34, Eduardo Vaquerizo aparcará su ucronía tenebrosa para saltar del steam al cyberpunk en una suerte de test de Voight-Kampff sobre un policía con el cerebro reconstruido, en el que queda bien equilibrada una historia detectivesca narrada con el habitual temple de Vaquerizo con la reflexión sobre dónde quedan fijadas, si es que lo están, las fronteras de la humanidad.
Con el interesante Prolang, Ricardo Montesinos especula con los efectos sobre uno mismo y sus relaciones de quien empleara un lenguaje como el que da título al relato, cuya particularidad consiste en eliminar toda ambigüedad a la hora de expresarse y por tanto comprender el resto del mundo, mientras que los demás siguen comunicándose de la manera clásica.
Al llegar al excelente relato ¿Quién cuidará de los dioses? Hay que volver a agradecer a Terra Nova esa estupenda labor de divulgación de autores poco o nada conocidos por aquí como Liu Cixin. Con una premisa que recuerda vagamente a la de Martians go home! del genio Fredric Brown (de repente, un ingente número de extraterrestres, aparecen entre nosotros), pronto el escritor chino se aleja de esta, aunque sin abandonar por completo del humor, para subrayar la relación de respeto (o ausencia del mismo) de una población joven hacia sus mayores.
Llegado este momento, Jorge Baradit nos acelera con Policía del karma, un relato corto, violento y trepidante, mezcla de cyberpunk y magia espiritual. Original y que deja con ganas de más.
Con La decisión, del para mí desconocido Paul McAuley, nos encontramos con un buen relato cuyo trasfondo por momentos recuerda a Pícnic extraterrestre, en el que contemplaremos el duro paso de la adolescencia a la madurez del protagonista, envuelto sin quererlo en una trama de violencia por culpa de un valioso objeto extraterrestre hallado inocentemente junto a un amigo.
Gracias a Ánima, Sofía Rhei ganó la convocatoria de relatos abierta para este Terra Nova mediante una historia que presenta un futuro distópico en el que tener hijos es un lujo solo al alcance de las clases superiores de una sociedad muy estratificada, en especial en lo económico. Nos adentraremos en este mundo a través de los pensamientos de Ánima, una talentosa genetista que se reencuentra con su pasado para reflexionar sobre el amor, su necesidad (o no), y en especial sobre la cara maternidad.
Por último nos encontramos con La epopeya de los amantes, premio UPC de Miguel Santander, novela corta por momentos brillante dividida en dos partes: la epopeya propiamente dicha, extraída de unas antiquísimas tablillas mesopotámicas, y una narración más al uso protagonizada por Nikola Tesla y entretejida con la anterior. En muchos aspectos es predecible, pero no creo que fuera la intención del autor evitar tal cosa, sino más bien crear un rompecabezas en el que, a medida que vamos uniendo las piezas, logramos disfrutar más del conjunto hasta colocar la última con el deleite de comprobar lo bien que todas encajan, y en este aspecto la novela es un rotundo éxito.
Así pues, tras todo lo anterior se deduce con facilidad que Terra Nova 3 es una antología cuyo contenido oscila entre lo notable y lo excelente, que tocan temas ya hoy presentes, o que se avistan por el rabillo del ojo. Por ello no puedo sino destacarla como una de las mejores lecturas del año, recomendarla sin pudor, y acabar la reseña como lo hice con sus dos predecesoras: ¡larga vida a Terra Nova!