Hay quiénes no tienen remedio. Aunque los tiempos dicten obedecer. Aunque el lugar dicte callar. Ellos ahí, "erre que erre". Don Miguel, sin duda, fue uno de ellos. Si viviera hoy, le habrían clausurado su canal de Youtube, le habrían suspendido de empleo y sueldo en la Universidad, habría sido vapuleado en los medios de comunicación, y le habrían cortado la financiación a todas sus investigaciones. En aquel entonces casi le costó la vida. Aquel 12 de octubre de 1936 ni calló ni obedeció. Ante un auditorio formado mayoritariamente por militares y falangistas, no ahorró las críticas sobre lo que estaba pasando en aquella Sala Magna de la Universidad de Salamanca aquel Día de la Raza. El que la mujer de Franco le acompañase hasta la salida, quizás le salvó la vida. Su ofensa: haber osado defender lo que él consideraba justo ante un auditorio totalmente en contra. Hoy Don Miguel de Unamuno es considerado uno de los grandes escritores y filósofos de nuestra lengua.
Marion (Pixabay)
Por desgracia esas situaciones no han acabado. Aunque muchos ni lo imaginábamos, en pleno siglo XXI se suceden las escenas cotidianas en las que la obediencia y el silencio son impuestas en nuestro día a día, a base de una sutil tortura civil."Papá, mamá: estoy amargado. Esta situación me supera. Y me empieza a afectar. Sé que es una injusticia. Que es un sinsentido. Pero no sé si voy a poder aguantar mucho más". Cuando un hijo te envía un audio por whatsapp así, desde el otro lado del Atlántico, el nudo en la garganta no hay quien te lo quite. Él, desde hace meses, aguanta una insoportable presión por actuar de forma distinta a los que le rodean, y se siente abiertamente discriminado por esa teórica desobediencia. Mira a su alrededor y percibe que sólo es un "pinchazo". Que tras él quizás le dejarán en paz para moverse estas Navidades. Que quizás no le excluirán de becas o prácticas como ya le ha pasado cuando iba a entrenar a un equipo de fútbol femenino, y finalmente ha sido vetado. O que podrá ir y volver a visitar a su novia. Y ya, tan sólo por eso, quizás ya valga la pena someterse, como él dice. O no. Mientras tanto, va asumiendo que le van a obligar a dejar su trabajo en la universidad, y deberá buscarse otro, quizás mediante teletrabajo.
Da igual que el pinchazo no evite coger el virus o transmitirlo, como todos reconocen ya. Da igual que con ello ya se sepa que no proteges a nadie, y que muchísimos se lo han puesto sólo por la presión de amigos y familiares. Da igual que no haya beneficios para un joven o un niño frente al riesgo que corre, sea por una miocarditis o por cualquiera de las complicaciones ya reportadas y analizadas científicamente (ver). Y menos aún cuando ya estás inmunizado de forma natural por haber pasado la enfermedad, como le sucede a él. Pero entonces ¿por qué, o para qué? Su universidad no ha ocultado sus motivos: "If we do not comply, OU runs the risk of losing hundreds of millions of dollars each year in federal funding" (Si no cumplimos, la universidad corre el riesgo de perder cientos de millones de dólares cada año de financiación federal). "La pela es la pela". Los demás somos sólo cobayas dando vueltas en una rueda dentro de una jaula. Y atrévete a parar de dar vueltas o a tratar de salir de esa jaula. Atrévete a incurrir en el mayor de los pecados: no tener miedo, guiarte por la coherencia con lo estudiado sobre todo lo que está pasando, ir contracorriente...desobedecer.
Comfreak (Pixabay)
Él, al menos, ya está allí, sorteando como puede este sinsentido. Pero al menos está pudiendo disfrutar su sueño. Pero a ella le acaban de cerrar en las narices la puerta a ese mismo sueño. Por el mismo motivo. Porque el mundo no está hecho para el disidente. Aunque los datos y los hechos digan lo que dicen. O entras por el aro, o no entras. Y con todo el dolor del alma, ella también ha decidido no entrar en esa obediencia absurda y sumisa, que a tantos "chirría" pero que pocos enfrentan. Y eso que ese sueño, del que seguimos sintiéndonos parte, constituía uno de los pocos reductos de pensamiento crítico y apuesta por la justicia, la verdad y el diálogo entre posturas divergentes que conocíamos.Muchos amigos y familiares tenían claro que nada de esto tenía sentido, y que no iban a transigir. Pero como en las películas de la mafia, quizás casi todos tengamos un precio. Tan sólo se trata de saber cuál. Y como están tocando casi todos los "palos", pues tarde o temprano, sucumbes. Algunos se rindieron a la primera: "yo no quiero vacunarme, pero si me llaman...". Su precio era tan bajo como su convicción. Otros a la segunda: "yo no quiero pincharme, pero como dicen que puedo poner en peligro al abuelo...". Y otros fueron entrando por el aro en las distintas oleadas de "convicción". Aunque lo cierto es que, por las técnicas usadas, más parecían chantajes o amenazas "puras y duras". Eso sí, bajo el "slogan" de que "vacunarse es voluntario": que si el pasaporte sanitario para viajar, que si la entrada en los establecimientos de restauración, que si pueden dejar de llamarte para trabajar... Esa narrativa, unida a sus guardianes (en realidad casi toda la sociedad) han ido haciendo que los que ven que esto carece de sentido, se vean totalmente asediados.
Jplenio (Pixabay)
Y eso sólo hablando de obediencia. Pero si además se te ocurre alzar la voz, como hizo Don Miguel, y osas compartir tu opinión, o conectar con el inconformismo de otros, "apaga y vámonos". Por eso sabíamos que tarde o temprano nos tocaría a nosotros. Y cuando hace unos días nos notificaron la clausura de nuestra cuenta de Twitter, no nos extrañó. Hace años que decidimos que las redes sociales debían tener un espacio muy acotado en nuestras vidas. El mínimo para construir complicidades y sinergias con personas luchando por un mundo mejor. Ni más ni menos. Decidimos que nada de entrar en refriegas por llevar la razón. Nada de esa búsqueda incesante de "likes" o de "followers". Nada de participar en ese mercadeo absurdo por el tiempo de atención de otros. Por eso tampoco ha sido un drama. Aunque evidencia los tiempos que vivimos.En las últimas semanas habíamos querido compartir información fundamental relacionada con los estudios científicos sobre cuestiones que afectan a millones de personas en todo el mundo, y que deberían ser portada diaria en los medios de comunicación, y sin embargo se ocultan de forma descarada. Por eso quisimos ser fieles a la verdad, y sin enfrentarnos a nadie, exponer esa valiosa información de efectos secundarios, de testimonios en primera persona, y de tratamientos alternativos a las inoculaciones para que, quien quisiera profundizar en ella, pudiera hacerlo. Pero se ve que eso no gusta hoy. Que un estudio científico acabe concluyendo algo contra tu creencia o contra tus intereses no les debe apetecer a algunos. Y es mejor acallar a quien quiera difundir esas cosas. Da igual que se refiera el mensaje a la Ivermectina, como nos ha pasado a nosotros. O da igual que haya que llegar hasta el extremo de una "remoción temporal" (sin explicación editorial alguna) de un estudio científico ya publicado, cosa inédita en la historia de la Ciencia.
Están pasando cosas que, para quien ya bajó los brazos en la difícil búsqueda de la verdad, pueden pasar inadvertidas. Pero están ahí. Y conviene no mirar para otro lado. Se intenta silenciar lo que médicos y científicos de primer nivel en la lucha contra la Covid-19 están diciendo sobre el sinsentido de las estrategias impuestas en casi en todo el mundo. Y nuestro silencio nos hace cómplices de esas actuaciones. Por eso, como ya dijimos hace semanas, no vamos a entrar en lucha contra las "verdades" de otros, pero tampoco vamos a guardar silencio sobre lo mucho y muy grave que vamos descubriendo. Sería una irresponsabilidad y una traición para quienes confían en nosotros.
Klimkin (Pixabay)
En el caso de nuestra cuenta de Twitter, probablemente hubo una denuncia. Gente a la que no le gusta contrastar hechos y argumentos. Pero quien quiera pelea, no la va a encontrar en nosotros. Ante cada desaire una sonrisa. Ante cada insulto, silencio.Mey también ha sufrido su cuota de ostracismo y boicot últimamente. Llevaba años renunciando a la mitad de su sueldo, permitiendo con ello que otra persona pudiera trabajar a media jornada, y con ello estaba llena de energía para dar lo mejor de sí en el trabajo, y reservarse tiempo para sí misma y su familia. Pero no. De repente esa posibilidad acaba de ser también prohibida. Hay que meter en cintura a los empleados públicos, aunque al final ello sea también un sinsentido, con pérdidas de empleos parciales, y menor energía para dedicar a las clases. Y por si eso fuera poco, el Presidente de nuestra comunidad autónoma anunció de cara a la galería de las familias de los alumnos andaluces, como medida "estrella" (o "estrellada" ya), que iba a quitar de dar clases a todos los docentes que no se hubieran inoculado, imponiéndoles una PCR diaria. Vamos, persecución por tierra, mar y aire. Y como a fin de cuentas son "cuatro gatos", a nadie le importa...
Si Thomas Jefferson levantara la cabeza... “He jurado sobre el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”. Han pasado ya más de dos siglos de esas palabras, y mira cómo andamos. Don Miguel expresó lo mismo pero de otra forma, criticando el cientifismo, al que describió como "la fe ciega en la ciencia". Y añadió: "La llamo ciega a esta fe, porque es tanto mayor cuanto menor es la ciencia de los que la poseen. Es el cientifismo una enfermedad de que no están libres ni aun los hombres de verdadera ciencia". Si Don Miguel viviera hoy, la amenaza no le vendría de militares sino de los millones de "feligreses" de ese cientifismo que tacharían esas palabras de negacionismo insolidario. Pero es difícil razonar con alguien sobre una postura sobre la que ese alguien no razonó cuando la hizo suya. Y hoy esos parecen ser una inmensa mayoría, creando para el resto un inmenso territorio hostil. La pregunta es hasta cuándo.
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