Volverse fan de Lovecraft mientras se trabaja en una librería en la que no había detectores antirrobos, derivó en una afición que se nutrió constantemente de más y más libros de él, de sus amigos y de todo su círculo. Y libros de arte también y todo lo que cayera. Elegí la carrera universitaria en buena parte gracias a esas lecturas. Hasta que un día, leyendo una de sus biografías, entendí que todas las aversiones arcanas y arquetípicas (o al menos buena parte de ellas) de su universo ultra cósmico y horrible, venían de su fobia a los otros. Era un racista. Corté de tajo con él.
Territorio Lovecraft (Lovecraft Country) es lo primero de este autor con lo que vuelvo a tener contacto desde hace al menos 25 años. Me da muchísimo gusto que los protagonistas sean el racismo, la intolerancia, la hipocresía supremacista y tantas otras cosas que le provocarían un infarto al de la isla Rhode si se levantara de su tumba arquetípica, donde yace. Saludo con mucho gusto esta serie basada en la novela de Matt Ruff, que algún día leeré.
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