Se trata de un paisaje diferente, el que no está preparado, el que es reflejo de varias huellas, en este caso de la huellas de los niños y niñas de un jardín. Una mirada diferente que da valor a estos encuentros con lo verde, con la verde esperanza, la de un contacto directo con la tierra. Así alargamos nuestras raíces personales hasta enredarse con ella.
Una nueva consciencia de que formamos parte de ella, está cada vez más alzando su voz. El ser humano es parte de la tierra como una naturaleza indivisible. Cuando vemos paisajes hechos, elaborados, nos parece que todo está ordenado porque sí, como si la naturaleza fuese así y es que en realidad tiene también su propia expresión.
Desde luego la tierra muestra su fragilidad. Ojalá nos diéramos cuenta de que cuando cuido la tierra, me cuido a mí mismo. Además tan relacionados estamos que podríamos crear mil historias. Narraciones personales. Estas imágenes muestran tesoros escondidos en un jardín diferente, el de cada niño y niña en un patio escolar. Otro tipo de arte, más vital.